María Tudor {Casting}

Mamá no estaba bien. Y eso lo veía yo siempre que iba a visitarla a sus aposentos. Me da pena verla así, sobretodo porque la quería muchísimo. Igual que al Rey de Inglaterra. A mi papá. Sabía que si ellos no estaban a mi lado, mi vida sería horrible. A pesar de que había cumplido seis años hacía poco. Sentía que un peso muy grande caía sobre mí. A veces oía hablar a mi madre sobre cosas de adultos. Cosas confidenciales, de las que yo no sabía nada, y tampoco me enteraba. O eso creían ellos. Siempre estaba con la oreja puesta. Tenía una gran ventaja al ser la niña mimada de papá y mamá. Por eso los sirvientes y las damas que me cuidaban, muchas veces se ablandaban cuando les ponía una carita de no haber roto un plato. Y entonces era cuando me dejaban hacer lo que yo quería. O más o menos todo.

Estaba tumbada en la cama, pues tenía un horrible dolor de cabeza, que hacía que m cabeza diera vueltas y más vueltas. El médico real había dicho que eran pequeñas jaquecas o algo así. Aunque yo en eso no tenía ni la menor idea. Por lo que solo hacía más que dormir y dormir. Además. Echaba de menos a mi padre, pues apenas lo veía. Si era cierto que era el Rey, y siempre estaba ocupado con cosas de mayores. Aún así… ojala estuviera mucho más tiempo conmigo y con mamá. A nuestro lado, para mimarnos y cuidarnos, como mamá me había contado cuando ellos dos se habían casado hacía algunos años atrás. Abrí los ojos sujetándome la cabeza con las manos, mientras miraba por la ventana, la cual estaba cerrada, para que la luz del sol no me diera en los ojos, ya que estos los tenía mal también.

Noté un pinchazo fuerte, y no pude reprimir un gritito de dolor, haciendo que entrase una de las damas corriendo para ver que me pasaba. Justamente mamá había venido a verme como siempre, y entró ella también, corriendo a mi lado, sentándose junto a mi y cogiendome en brazos para mecerme. – María, cielo… ya pasó…ya… - me decía mientras besaba mi frente con dulzura, y me acariciaba el cabello. Quería que todo aquél dolor se fuera de una vez. Pero al parecer no quería hacerme caso. – Mamá…quiero que estos pinchazos desaparezcan… me duele mucho – le dije casi llorando, poniendo un pucherito. – Y se irán, te lo prometo, mi amor… - me dijo con esa suavidad de una madre. Yo enseguida me dormí. Era lo mejor. Aunque lo que de verdad quería haberle dicho a mi madre, era que quería que papá estuviera a mi lado. Pero sabía que entre ellos dos pasaba algo. Era pequeña, pero no tonta. Por eso me callé, y no dije nada más. Solo me abandoné a los brazos de Morfeo como de costumbre.