(Primavera de 1522, Ana regresa de Francia)
Ana y mi padre se habian retrasado debido a las tormentas primaverales y me descubri esperando infantilmente que el barco se hundiera y ella se ahogara. Ante la idea de su muerte sentía una confusa punzada de aunténtica angustia mezclada con júbilo. Apenas existiria el mundo para mí si no tuviera a Ana... apenas habia suficiente mundo para las dos.
Mis planes eran que estaria como en casa entre los lujosos tapices de los aposentos de la reina, yo me levantaria y saludaría, muy madura y refinada. Pero cuando se abrieron las puertas y entró me invadio un torrente de alegria, me oí a mi misma gritando
-¡Ana!- y corrí a su encuentro entre el frufrú de mi falda. Y Ana, que habia entrado con la cabeza bien alta y su oscura mirada arrogante lanzando dardos por doquier, dejó indediatamente se ser una esplendida espléndida jovencita para abrazarme-
-Estas más alta- me dijo casi sin respiración, abrazándome, su mejilla contra la mia, se separo despacio sin retirar su mirada de mi
-Llevo unos tacones muy altos- Inhalé su familiar aroma. Jabón y esencia de agua de rosas para la piel, lavanda para la ropa
-estas bien- me pregunto tratando de olvidar a los presentes y de cierta forma concentrarse en mi
-si y tu- podia pensar lo que fuera de mi hermana, pero despues de todo era mi hermana y me preocupaba aunque sea por pura cordialidad.
Tuve la indicación de presentarle a Ana a la reina, me volvi al momento y la guié, entre las damas de compañía, hasta donde estaba sentada la reina, erguida en su silla, junto a la chimenea.
-Es estricta- le advertía a Ana, esperando que se diera cuenta que aqui las cosas eran diferentes y tenia que comportarse a la altura de la ocasión.
Catalina de Aragón evaluó a Ana con una rápida mirada de usus ojos de color azul claro y yo temí por un momento que la preferiria sobre mi.
Ana desplegó ante lreina una reverencia francesa impecable y se irguió como si fuera la dueña del palacio. Hablo una voz susurrante, con su acento seductor. Todos sus gestos eran propios de la corte francesa. Adverti con regosijo la fria respuesta de la reina a los modales elegantes de Ana. La conduje al asiento del alféizar de la ventana.
-Odia a los franceses- le explique con cierta calma, para mi era importante que se acoplara a los gustos de la reina
-Nunca te tendra a su alrededor si continuas asi- mire a Ana, todo parecia que no le importaba en lo mas minimo
-Estan a la ultima moda- Contestó encogiendose de hombros
-Algo mas- me pregunto mi hermana, esperando un consejo de mi parte
-Simula que eres española, si pretendes simular- sugerí, tratando de que mi hermana me tomara en cuenta, pero como siempre era mucho esperar de ella
-¡y llevar esas caperuzas!- se quejo Ana soltando una carcajada
-parece que alguien le hubiera encasquitado un tejado en la cabeza!- mi hermana miro de reojo a la reina tratando de burlarse a sus costillas, le chiste, tratando de que guardara silencio, no era buena idea que pensaran algo de nosotras, era importante pasar desapercibidas en ese momento
-es una mujer hermosa, la mejor reina de Europa- defendi a la reina que adoraba, tratando de ver que pensaba hacer Ana esta vez