Dulce lectura y música. [Libre]

Cuando el sol empezaba a descender, la joven Applewhite se encontraba sentada en un banco de los jardines de su hogar, releyendo viejas obras de algunos escritores Griegos qué había encontrado en su biblioteca.
Aunque en su familia se aparentaba seguir al pié de la letra las doctrinas cristianas, a la joven y a su padre siempre le había apasionado la creencia griega y su democrácia desde siglos anteriores al nacimiento de Jesucristo, hijo de Dios.

Su viola descansaba apaciblemente junto a ella, qué portaba un vestido morado, con hebras delicadas plateadas. Su larga cabellera estaba recogida en un moño complicado, con diferentes trenzados y algún que otro mechón rebelde cayendo sobre su impoluto rostro pálido.

Aquel día, su padre andaba ocupado en una visita diplomática con un Duque, pero ella no tenía ni idea de quién era, y tampoco tenía intención de intervenir. La soledad de sus jardines la ayudaba a pensar, reflexionar sobre puntos clave de la existéncia humana e incluso de su propio futuro.
La idea de que su padre la casase le resultaba peligrosa para sus planes, ya que un marido sería mucho más controlador y rudo con ella que su maravilloso padre.
Y Sophie, siempre tenía todo aquello que quería, y entre esos puntos, constaba la libertad.

Distraída, se recostó sobre el banco y continuó leyendo con tranquilidad, hasta que una sombra y unos pasos la sacaron de sus ensoñaciones.

Era hoy un día espléndido. De aquellos que tan sólo verlos te apetecía salir y disfrutar de lo que aportaba la corta mañana.
Tras el encuentro con aquel servidor, no había parado de frecuentar los jardines, con la esperanza de volvérmelo a encontrar. Sentía que traicionaba a mis principios, dentro de nada me casaría con un desconocido y ese nuevo amigo dejaría de formar parte de mi vida. No. No lo permitiría. Esperaba que el rey le concediese el puesto de caballero para poder pasar ratos como aquellos en el jardín. Suspiré mientras seguía caminando por el nuevo jardín.
Se había convertido una de mis aficiones recientemente. Me encantaba el mundo vegetal o, de vez en cuando, pararme para arreglar alguna planta que estaba sufriendo por su mal cuidado. A veces pensaba que el ser humano era como éstas. Crecíamos para después morir y ser enterrados. Aparté estos sentimientos de mi cabeza. Con la boda cerca estaba comenzando a pensar negativamente, algo que no era propio de mi. Los que me conocían sabían que siempre tenía una sonrisa dibujada en mi rostro.
Llevé una de mis manos a mis ojos, para poder aliviar mis turbios pensamientos, cuando, a lo lejos, una silueta me llamó la atención. Era una mujer, no mayor que yo, posiblemente de mi edad.
Continué caminando para ver si la reconocía, para fijarme que estaba enfrascada en una lectura, leyendo con avidez e ignorando lo que le rodeaba. Sonreí tontamente ante la imagen de susodicha persona. Me recordaba a mí cuando intentaba aislarme de mis asuntos.
Al llegar a ella, debió notar mi presencia, puesto que su mirada se alzó para encontrarse con la mía:

-Buenos días, espero no molestarla. Tan sólo estaba disfrutando del día soleado de hoy- comenté mientras mi mirada se fijaba en el cielo azul- Es raro que en Inglaterra, el cielo no esté coloreado de aquel tono perlado, ¿No cree? Encuentro que para ser invierno está haciendo mucho calor últimamente.

Y de nuevo no paraba de hablar. Pero es que no podía evitarlo. Sentía que tenía que explicar mis sentimientos o pensamientos con alguien o acabaría volviéndome loca. Volví a centrar mi mirada en ella, mientras volvía a esbozar una sonrisa:

-He visto que estaba leyendo. Me encanta la lectura, creo que es una de las pocas cosas que nos pueden aportar conocimiento o abrir más nuestra mente. Oh, perdone. De nuevo hablo mucho, pero de nuevo no puedo evitarlo cuando de lectura se trata

Sophie contempló a la inmaculada muchacha con ojos curiosos y cerrando el libro suavemente. Se incorporó y la miró, sonriendo con tranquilidad. La muchacha irradiaba el mismo sentimiento de libertad y conocimiento que albergaba ella en su corazón, de algún extraño modo.
La joven de cabellos castaños sonrió con amabilidad a la joven y se dispuso a contestarla.

-Buenos días, señorita. No se preocupe, puedo retomar la lectura más tarde. Y el día de hoy merece ser visto- la excusó Sophie con franqueza y sonriendo. Dirigió su mirada hacia el cielo clareado y soltó un suspiro-Aunque sea invierno... debería ser agradable volar y ver la vista desde arriba. El aire fresco y el sol radiante deben ser abrumadores-respondió soñadora, mientras observaba el cielo con sus orbes agua marina.

Cuando se refirió al libro, Sophie bajó la cabeza y se percató de que era una lectura un tanto comprometedora, pues hablaba de la democrácia griega del siglo V. Intentó taparlo disimuladamente, aunque supo que no había pasado desapercibido para la joven. Al comentar con aquella avidez su pasión por la lectura, a Sophie se le pasaron las inquietudes. Había encontrado a alguien como ella.

-Yo...domino cinco idiomas, y he leído la mayor parte de la biblioteca de mi casa y cuando puedo, de la biblioteca de Londres-reconoció tímidamente, mientras le dedicaba una sonrisa dulce a la joven.

A la joven no le pareció importar mi impertinencia, dado que comenzó a tratarme con la misma cordialidad con la que yo me había presentado. Por un momento, cuando la vi leyendo un libro sobre la democracia griega, no pude evitar pensar por una milésima de segundo, que podría haber encontrado alguien como yo. Una persona que disfrutaba con la lectura, que soñaba con alguna vez librarse de los compromisos que nos ataba la sociedad. Sus siguientes palabras confirmaron lo que había estado pensando.

“Aunque sea invierno... debería ser agradable volar y ver la vista desde arriba. El aire fresco y el sol radiante deben ser abrumadores”

Volar…cuantas veces se me había presentado la idea en la cabeza. Confiaba que en un futuro no fuésemos en carrozas, sino en otro transporte, por el aire, poder ver la tierra desde otra perspectiva, soñar con tocar la nubes..¿Qué tenía el cielo que albergaba tanto misterio? Un misterio que, como podía comprobar, seducía a más gente, como la persona que tenía a mi lado.
Debió sentirse abrumada cuando le pregunté por su libro, porque el color llegó a sus mejillas, dotándola de un color más rosado a su piel. Posiblemente creyó que un tema como la democracia ateniense sería algo que me molestaría a alguien de mi rango. Sorprendentemente, más de una vez había leído este tipo de libros. Me encantaba la cultura griega, fueron los iniciadores, a mi parecer de lo que es hoy en día nuestra cultura y/o sociedad.

“Yo...domino cinco idiomas, y he leído la mayor parte de la biblioteca de mi casa y cuando puedo, de la biblioteca de Londres”

Su tema consiguió que mis pensamientos se enfocasen de nuevo en otra cosa. Sentía que la nueva joven era como yo o, que me entendía. Una felicidad comenzó a invadirme. La simple idea de que alguien compartiese mis intereses, me hacía pensar que no era aquella ficha del puzzle que nunca encajaba en ninguna parte, sino que también, existía más gente como yo:
-Los idiomas sin duda alguna son una cosa muy importante. Yo también domino cinco, aunque estoy pensando de añadir otro a mi lista- me fijé que el banco era suficientemente espacioso para cuatro personas. Sin pensarlo, me senté a su lado, dejando suficiente espacio personal- Veo que su pasión por la lectura no tiene límites. Yo también solía leer todos los libros que poseíamos en Hungría y ahora me estoy aficionando, como vos, a la biblioteca de Londres- comenté con énfasis. Después me volvió a la mente el libro que estaba leyendo- ¿Estaba leyendo algo sobre la democracia? No se asuste, leo mucho sobre ella, sobretodo la griega, me encanta.

Recargué mi espalda contra el banco, buscando una posición más cómoda para hablar con mi interlocutora:- Me gusta mucho la cultura griega, fueron grandes reformadores y pensadores. La filosofía también es un ámbito que toco mucho.