Una tenue llovizna - Libre-

Todo es complicado. La vida es complicada. Pero como siempre me han enseñado, y como siempre he mantenido, hay que ser positivo. Mas en tiempos como los de ahora, donde solo aquellos afortunados pueden tener una vida mas fácil. Todo es difícil para alguien como yo. Scarlett Von Fraust. Una gitana, una bruja que solo trata de ganarse la vida, prediciendo cosas. Una mujer que solo desea vivir. Pero no, uno no puede solo vivir, y a pesar de que busco verle el lado positivo, cosas que van mas allá de mi entendimiento ocurren constantemente. ¿De que hablo? Pues de las persecuciones. A los que se ganan el pan, haciendo cosas “anormales”, los persiguen y matan, solo por ser diferentes. Debo huir y esconderme si quiero vivir. Debo pretender ser quien no soy para seguir con vida, y eso me molesta. El rumor de que practico brujería – y Dios, es solo magia blanca, ni que estuviese aliada con el demonio – ya se ha esparcido por varios lugares, y al parecer, solo me queda esperar el día en elque vengan a por mi.

Pero no. No planeo rendirme tan fácilmente. Mi plan es mantenerme con vida lo más posible, y no importa como, lograré que dejen de perseguirnos. Dejaremos de ser parias. Herejes. Para volver a ser gente. Gente del pueblo.
Una tenue llovizna caía sobre las calles de Londres.
Por detrás de las casas, el sol se ocultaba magistralmente, pero no tenía tiempo para ver el crepúsculo. Con un paso algo rápido, me encaminaba a una taberna, donde me reuniría con otras mujeres, también gitanas, y algún que otro hombre que también practicaban brujería. Losé, demasiados como nosotros podía llamar la atención, pero no habíamos encontrado otro lugar para nuestra reunión. El pelo algo mojado, la
mirada turbia y un aire de tristeza a mi alrededor, la gente que sabia lo que era, se apartaba de mi camino como si fuese una enferma, o una maldecida. Mi mirada solo se centraba en el camino, y nada mas. Pero un obstáculo se interpuso. Unos niños que corrían por las calles, chocaron contra un vendedor de frutas ambulante, provocando que toda la mercancía cayera rodando al suelo, ergo a mis pies, y como venia demasiado concentrada en otra cosa, tropecé con gran revuelo, cayendo de bruces unos metros mas adelante. Ignoré las risas, y las burlas, no importaba tanto..Suspiré consternada, mientras me levantaba del suelo húmedo.

Una mano se poso delante de mi vista, y una voz masculina que me preguntaba como me encontraba. Antes de ver de quien se trataba, acepté la mano, y me levanté del suelo. Limpié como pude mi pollera que se había ensuciado, y ahora si, miré con curiosidad al caballero. No supe quien era, pero a juzgar por sus ropas elegantes y sofisticadas, no quedaba duda que pertenecia a la realeza, o a la corte real. El hombre tenia una mirada cautivante, y porque negarlo? Era bastante apuesto.
Me resultaba interesante ver como ellos trataban de mezclarse entre el pueblo, quizas en un intento por sentir como viven los que no poseen lujos. Pero esos intentos siempre serian fallidos, porque llegando a la conclusión, jamás - por mas que lo intentasen - Podrían acostumbrarse a vivir como uno mas. -Me encuentro bien, gracias por vuestra preocupación - Mi voz salió casi como un susurro, algo cantarina y envolvente. Le regalé una sonrisa y una pequeña reverencia, mostrando mis respetos. Alguien relativo al extraño hombre atrapó a uno de los niños y este tuvo que pedirme disculpas. No pude mas que sonreirle al pequeño, y tranquilizarlo, estaba bastante asustado el pobrecito.

-No hacía falta obligarle a que me pida disculpas, es un niño pequeño y tiene hambre..Cuando hay hambre no se piensa en lo que se hace - Expliqué por pura experiencia. No solo yo me habia visto en esa situación alguna vez, mas de niña, sinó que se vivia dia a dia. Pero basta de vueltas al asunto del niño, que ni bien pudo marcharse lo hizo para ir a reunirse con sus amigos. ¡Pero que descortés había sido!, aun no me habia presentado ante el extraño hombre - Scarlett Von Fraust, a sus servicios Monsieur - A pesar de que llevaba años en Londres, no podia desacostumbrarme al acento francés, y tampoco queria hacerlo, me recordaba a mi niñez. A mi madre... Volví a hacer una reverencia con respeto. En eso una descabellada idea cruzó por mi mente. Tan loca que talvez, podría llegar a funcionar. Si tenia exito, sería el fin de las persecuciones a gente como nosotros. Una sonrisa triunfal, no pudo evitar sucarse en mis labios.

Observé con cautela los movimientos del hombre. Me sentí feliz al ver su generosidad, y como los niños se alegraron de tener un poco de dinero. Les haría bien, una vez en su vida por lo menos, tener un poco de los lujos que nunca verán. A veces me preguntaba porque la repartija del dinero nunca había llegado a estas partes del reinado. Pero no era mi deber cuestionar lo que hacía siglos venia ocurriendo. En realidad, nunca supe con exactitud cual era mi deber en esta vida, pero cuestionar cuestiones políticas y económicas seguro que no.

-Me sorprende su amabilidad. No siempre se puede ver a gente de su clase social haciendo tales demostraciones de generosidad. Sepa que les ha alegrado el día a esos niños, debe sentirse orgulloso de si mismo – Mis palabras danzarinas, se iban con el viento helado una vez pronunciadas. El invierno azotaba con fuerza el pueblo, haciendo estragos a medida que avanzaba, pero solo era cuestión de acostumbrarse al frío. Era cuestión de ser fuerte y soportar. Sobrevivir. Aun seguía con mi idea, bien...Mas que una idea era un plan. Ese plan me rondaba la cabeza, daba vuelta y me mareaba, pero si de verdad quería llegar viva antes de los veintiséis años, tendría que encontrar alguna manera de llevarlo a cabo. Miré con cierta complicidad a Charles, y aunque aun no le llamaba por su nombre de pila, le pregunté con entusiasmo: – ¿Le gustaría dar una vuelta monsieur? – Sin esperar una respuesta concreta, comencé, con paso lento, a caminar por la calle. No iba a dejarlo allí solo, por supuesto que no, por lo que antes de continuar, volteé mi cabeza para ver si me seguiría o no. Con una sonrisa en los labios, y con paciencia esperé a que me respondiese. Si no quería, pues seguiría mi camino, hacia la taberna, donde la reunión, seguro había comenzado, y si en realidad caminaba a mi lado, me enteraría de lo discutido en la reunión mas tarde..Que mas daba, si de todas formas nunca lograban ponerse de acuerdo en nada. Siempre terminaban discutiendo por temas poco relevantes.

Sorprendida por sus ofrecimientos tan caballerosos, tardé unos segundos en pensarme una respuesta. Charles tenía razón. El día no era lo mejor para salir a caminar. El frío iba en aumento, y parecía que no disminuiría hasta que la primavera haga su aparición – Esperaba con ansias ese día, de veras detestaba el invierno - Asíque ¿Por qué no aceptar su invitación? No encontraba un motivo lo suficientemente importante como para negarme. –Sería un placer ir a su residencia monsieur, y aprecio que quiera comprarme un vestido, pero sinceramente, me gustan los que llevo, y créalo usted o no, una no pasa tanto frío cuando se acostumbra…Espero no sonar muy descortés. Pero no puedo evitar ser directa – No le dije nada más que la pura verdad. A las personas había que hablarles con sinceridad – Bueno, siempre habian excepciones claro- las mentiras no tienen ningún sentido para mi. Solo sirven para empeorar las cosas, y crear confusiones, que tarde o temprano terminan en discusiones.

-Usted reside en el castillo, verdad? O son solo suposiciones mías? – Pregunté sin ocultar mi curiosidad. Otra de las cosas que a veces me jugaba en contra. No podía evitar hacer preguntas, y en varias ocasiones, estas resultan totalmente descorteces y burdas. Pero a mi que, ni que de un día para el otro me convirtiese en una reina o algo así. Mis modales eran los que tenia, y al caballero o señorita que no les gustasen, bien podían marcharse de la conversación. Así no podría objetar nada. Esperaba que el residiese allí. Entraría por primera vez al castillo, y vería como vivía el Rey y la Reina. ¿Cómo serian las habitaciones? Oh..ya podía imaginarme los salones de baile repletos de rosas y adornos hermosos..

Subí, sin decir más al carruaje que había parado para nosotros. Ayudada por el caballero, me senté con elegancia y posé mis manos sobre mis piernas, de una forma grácil y sutil. Quien me hubiera visto, hubiese quedado confundido. ¿Desde cuando una pequeña bruja subía a un carruaje acompañada por uno de los hombres de Rey? Ah..pero poco me importaba lo que los demás pensaban. Esta sería una aventura interesante sin duda, algo que pocas veces sucede. Su mano acomodaba mi cabello, y sentía su mirada observando, mientras que yo solo mantenía la vista al frente. Mi corazón se aceleraba, porque me gustaba el juego que Charles jugaba. Al escuchar su pregunta, mis ojos se clavaron en los de el, y una sonrisa algo picara surcó mis labios.
-Si usted cree que por ser francesa, soy de esas mujeres que entregan su cuerpo por unas monedas, está muy equivocado caballero. – Reí levemente, y negué con la cabeza. No era la primera vez que un hombre confundía a una francesa con cualquier prostituta, y es que a pesar de que me negase a aceptarlo, teníamos esa maldita fama.

-Si desea comprobar cosas, deberá ganarse el derecho de hacerlo – Volví la vista al frente, al camino que seguíamos. Sentía curiosidad por saber a donde íbamos, pero también por ver como reaccionaba Charles. Me mostraba serena, pero mis ojos llevaban ese brillo fulgoroso de la aventura y la pasión. Un brillo que marcaba diferencias, aunque muchos no lo crean así. Jugué con la tela de mi desgastado vestido. El carruaje se había quedado momentáneamente en silencio, y solo se escuchaban nuestras respiraciones, el latir de esos corazones indomables, y el galopar tenue de los caballos.