¿El principio del fin? (Enrique VIII)

El rey firmó mi sentencia, la tortura, me llevaron de malas maneras por los pasillos por donde pasamos entre sirvientes y nobles, algunos sirvientes lograba reconocerlos, otros ni siquiera los habia visto, ni de lejos, habia gente desconocida por alli, aunque no era de extrañar, el castillo era muy grande, la gente iba y venia, ni siquiera sabia cierto quien era un invitado y quien no, pero eso ya daba igual.

Fui llevado a la fuerza hasta la entrada, donde por mucho que hiciera fuerza con los pies para frenar mi llegada a la carroza/celda, pero fue inutil, porque me lanzaron en ella, la carroza estaba en muy mal estado, debido a lo poco que la cuidaban, me lanzaron de cabeza haciendo que me hiciera un corte en el ojo izquierdo, perdiendo por momentos o mejor dicho, cerrando el ojo para que no escociera tanto, notaba como los trocitos en el ojo, , en la piel del ojo, claro.

Cerraron la celda y el caballo empezó a andar en dirección a la torre, la arena subia y notaba los golpes de algunos baches por el camino, hasta que por fin vi la sombra que hacia resaltar que habiamos llegado a la torre, me alejé de la puerta de la celda esa, adentrandome. Uno de los guardias abrió la puerta de la torre, donde ya llegaba a mi ese hedor, ya que no estaba muy lejos de la entrada de la torre...ese hedor a animal muerto, que aun parecia lejano. Poco despues dos guardias se acercaron a mi, uno abrió la puerta de la celda y al negarme a bajar, entró a por mi, intenté escabullirme en vano, porque el otro guardia me esperaba a la salida, y entre ambos me cogieron fuertemente de los brazos, haciendome entrar en la torre, ese hedor aumentaba conforme más me acercaba, empezamos a subir las escaleras, ese ambiente era frío y humedo, demasiado humedo para mi gusto.

Mis acompañantes estaban serios, mirando al frente y sin soltarme ni un poco, por momentos desee no haber dicho nada al rey, haberme comportado como tocaba, pero ya era tarde...subimos al fin arriba del todo y vi las celdas, habia moscas y pude ver alguna que otra rata por alli, miré el panorama, era deprimente, muy deprimente, pasamos por entre las celdas, la mayoria estaban encadenados medio muriendose, otros suplicaban que los soltaran al ver pasar a los guardias, pero lo unico que recibieron algunos fué un escupitajo, hice una mueca de asco.

Al fin vieron una celda vacia por la que colgaban dos cadenas para los brazos, me entraron con brusquedad sin soltarme y me las pusieron en cada muñeca, luego cerraron y me dejaron alli, movi los brazos, oia a la gente, las suplicas, gente llorando, mis vecinos, un hombre raquitico al que se le veian las costillas, en muy mal estado y una mujer llorando, en la celda del otro lando, en la cual, en la misma celda, estaba otro hombre tumbado en el suelo con moscas a su alrededor, veia guardias pasar, pero esperaba que no llegasen aqui, lo esperaba...aunque sabia que no, si que llegarian, quizas habian ido a por el verdugo.

Toda esta situacion me recordaba demasiado a una situacion similar, no vivida por mi, pero si un poco pasada por mi culpa, bajé la mirada, a la espera...en silencio y a la espera.

El ambiente era desagradable, ese hedor no comparaba al pinchazon que me daba el corte del ojo, ese hedor lo superaba, incluso daba como una sensacion de estar en el mismo infierno, almenos el frio ese me ayudaba a tener un poco la mente más despejada, porque de hacer calor, si se me haria insoportable estar alli y más con eso...la sola idea de pensar que alli los condenados harian sus necesidades, la sangre entremezclandose con todo, movi más las manos como de solo pensar en esa idea, me viera encerrado aqui hasta el dia del juicio final, que es lo que más se avecinaba..

- ¡Por dios! - Exclamó el rey exasperado, levantándose de la silla en consecuencia, allí donde había pasado prácticamente toda la mañana resolviendo un asunto que le había traído algún que otro quebradero de cabeza. Una mano se aferró con fuerza al canto de la mesa mientras que se llevaba la otra, cerrada en un fuerte puño, hacia sus labios; en el vano intento de apaciguar la cólera que corría por todo su torrente sanguíneo sin desenfreno. "Majestad, quizás si vos hablais con...". - No. - Respondió el monarca tajantemente, en cuanto bajó la mano de sus labios para poder pronunciarse. Enrique arrugó la nariz y frunció los labios en un gesto de repugnancia y apartó la vista del veredicto sentenciado para el joven Hietala. - Ni siquiera el juez tiene respeto por su rey... - Susurró el rey entre dientes de mala manera. “Pero Majestad, quizás la muerte era un precio muy grande a pagar...”.

En un movimiento instantáneo, el rey fulminó con la mirada al joven que tenía presente y, totalmente fuera de si, se acercó a éste para aferrarlo con fuerza por el cuello de la camisa amenazante. - ¿¡Osáis contradecirme!? ¿¡creéis que faltarle al respeto al rey no debe pagarse con la muerte!? - Le bramó con furia, mientras sus puños se aferraban con más fuerza a la prenda de aquel hombre, con el temor en su mirada. “Vo-vos tenéis razón, Majestad...”. Enrique le soltó con intensidad, golpeándolo contra la pared. - ¡Argh! - Salió como queja de entre labios del rey, mientras se encaminaba hacia la ventana para intentar tomarse la situación con más calma. Respiró con lentitud antes de pronunciar las palabras siguientes. - Preparad nuestra marcha, nos vamos hacia la Torre... - Ordenó Enrique seguidamente, para susurrar más para sí mismo que para los presentes las palabras siguientes. - No pienso dejar que éste maldito impertinente disfrute plenamente de su libertidad... - El orgullo del rey no tenía límites, y en aquellos instantes había sido pisado de mala manera. Algo que no estaba dispuesto a dejar pasar como si nada.

Pocas horas después, en cuanto todo estaba listo para dejar el Palacio Withehall, Enrique y sus guardias partieron del mismo montados sobre sus caballos. El rey no se dignaba en aparecer en la Torre si la situación no lo ameritaba. En este caso, pese a que el prisionero era un simple hombre que aspiraba a ser guardia, -algo que díficilmente lograría conseguir- había causado mucho revuelo en la Corte y, por primera vez, Enrique estaba más que decidido en visitar a un simple prisionero personalmente. Pues además de darle la noticia de su libertad, habían ciertos asuntos de los cuales necesitaba recalcarle; la próxima vez no tendría una segunda oportunidad. Y el rey de Inglaterra se encargaría de que así fuese.

El viaje transcurrió con total normalidad. Ninguna imprevista eventualidad se presentó durante el trayecto. Incluso llegaron más pronto de lo que estaba previsto.

El rey, acompañado por sus guardias personales, se encaminaron hacia dentro de la Torre con pasos veloces, dirigiéndose hacia el calabozo en donde se encontraba el rebelde Hietala. Los guardias se molestaron en abrir la gran puerta para poder adentrarse ellos primeramente. “El rey de Inglaterra”. Enrique se presentó segundos después mientras los guardias se situaban al lado de la puerta, observando atentos al prisionero por si éste se dedicaba a atacar al rey o algo semejante. El monarca echó un vistazo a su alrededor con aquella impasibilidad que a veces se hacía presente en su persona, para, finalmente, posar su mirada en la del joven. Se cercioró de que el hombre tenía un corte en el ojo izquierdo. - Estoy complacido al veros en estas circunstancias, Hietala. Ya que por lo menos os han dado el trato que merecéis. ¡Es magnífico! - Le comentó el rey sin ningún reparo, para, seguidamente, dejar escapar una de sus características fuertes carcajadas, a las cuales se unieron sus guardias. El joven rey tanteó el terreno al dar unos cuantos pasos por dentro de la celda, fijando su mirada al suelo por unos instantes. - Tengo dos noticias que os incumben por comunicaros... Una buena, y otra mala. ¿Cuál deseáis escuchar primero? - Preguntó el rey, elevando el rostro poco después para enfocar su mirada en la del prisionero.

Habian pasado horas o quizas el tiempo se me pasaba muy lentamente, estuve alli con los brazos en alto, más que nada, porque no podia bajarlos, esperando que almenos alguno de los demás prisioneros me diese una idea del panorama aqui, aunque suponia lo que todo el mundo pensaba...los que aqui se hospedaban acababan por morir y por mucho que mi conciencia pusiera esperanzas en mi ser...esperanzas demasiado bonitas a mi parecer, no podia evitar pensar que quizas en dias o años o incluso horas fuese un cadaver, desvié la mirada y cerré los ojos fuertemente, como si haciendolo olvidara esos pensamientos que en estos momentos no paraban de recordarme la situación, cuando cerré los ojos senti de nuevo ese pinchazon, ese intenso dolor en el ojo, poco a poco los abri, viendo que si, estaba alli y que esa mujer no se cansaba de llorar, aunque ahora lo hacia en un murmuro, me fijé tambien que el hombre aun seguia tendido...y eso empezaba a preocuparme, quizas perdió la vida...miré de nuevo a la mujer, como parecia que tardarian, podria hablar con ella, no queria volver a tener esa clase de pensamientos y el unico modo palpable de no darle vueltas a ello, era entablando una conversación, asi que asi lo hice.

-Pss ey, señorita...sabeis que le ha ocurrido a su compañero?-dije y me intenté acercar, pero las cadenas me lo impedian, maldije algo en finlandés, por lo que la señora se quedó mirandome temerosa, se notaba en su rostro que habia sido muy maltratada por no decir que carecia de los cuidados necesarios, incluso creo que ni los basicos.

Esa dama...se fijo por vez primera en mi, tenia los ojos rojos y ojeras, aparte de su vestido que aunque poco, estaba lleno de fango y muy sucio, aunque creia que si estuviera limpio, al igual que ella, hubiera tenido exito, seguramente era una concubina pero ya más entrada en años, no sin dejar de ser extremadamente joven, a mi parecer le pondria unos 30 años o quiza más, ella al fin habló, con su voz entrecortada y temblando, con rostro de horror, mirando a la puerta cada minuto por miedo a que entrasen los guardias.

-El-el...es...era mi marido-dijo y empezó a llorar de nuevo, pero esta vez más, dandome la espalda, como dandome a entender que no queria volver a hablar conmigo, aquello me hizo sentir culpable, no debi sacar el tema, movi los brazos de nuevo como si ello significase que me hicieran caso y me sacasen de una vez de aqui, pero nada, solo voces, lamentos y llantos,y porsupuesto suplicas...muchas suplicas y gritos.

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Tiempo despues cuando la mujer dejo de llorar, volviendose a dormir, miré a ver quien venia, porque se oian muchos pasos acercarse hacia este pasillo, me quedé observando a ver quienes eran, pero uno de los guardias abrió mi puerta y presentó al rey de Inglaterra, no pude evitar levantar una ceja ¿que hacia aqui?, lo vi pasar y observar mi "nuevo hogar", para cuando oi lo que dijo y esa carcajada, movi los brazos, bien agusto le hubiese dado una patada en su real entrepierna, pero no queria buscarme la muerte tan deprisa.

-Majestad, disculpe no haber arreglado mi nuevo hogar para su inesperada visita...pero como verá, ando indispuesto-dije con sarcasmo y di un bufido leve, aunque mirandolo, vi como observaba el calabozo y como me observaba a mi, como una presa cazada, a la que despues echaria al estiercol de los caballos, me autoobligué a no pensar nada de ello, no queria..

No se a lo que se referia con la buena y la mala noticia, acaso Ana lo convenció? no pude reprimir una pequeña sonrisa, la cual se posó en mi rostro de manera instantanea, aunque intenté reprimirla, no queria hacerme ilusiones tan precipitadamente y más conociendo al rey, o no a él, sino...su manera de ser, la cual era muy conocida y ahora mismo la estaba sufriendo.

Asi que intenté ponerme de nuevo serio, para saber a que noticias se referia, fueran o no buenas o malas, era agradable oir que tenia ofertas para mi, asi que lo miré y sonrei de lado.

-La mala-dije mirandole, siempre era preferible quedarme con un buen sabor de boca, fuera cual fuese.

Una sarcástica sonrisa se dibujó en el rostro del rey al escuchar las palabras de aquel impertinente. Respiró profundamente para empaparse de paciencia, y no truncar la decisión del juez por mantenerle vivo. Puso los ojos en blanco durante unos instantes, y no tuvo ningún reparo en responderle. - Indispuesto. - Repitió el monarca inglés en un tono de voz monocorde. Con una falsa y cínica preocupación, observó al prisionero durante unos instantes, para dirigir su azulada mirada a sus guardias. - Muchachos, ¿habéis escuchado? No han tratado a la princesita como es debido... - El rey se llevó una mano hacia su mentón pensativo, para soltar una estrépita carcajada a la cual se unieron sus guardias. Quería aprovecharse de las pocas ocasiones que tenía para hacerle enrabietar, ya que las noticias que tenía que comunicarle al prisionero le resultaban de lo más inoportunas. - No os iba a perdonar la vida de todos modos, Hietala. Así que vuestra fradulenta cordialidad podéis conservarla como último aliento. - Le respondió tajantemente, cambiando por completo su divertida expresión de apenas segundos atrás; el rey tenía una desconcertante capacidad por distorsionar su agudeza en apenas unos instantes.

"La mala."

Una fugaz sonrisa surcó el rostro del rey inglés nuevamente, hasta desaparecer sin dejar rastro. - La mala es que moriréis. La buena noticia es que no será a día de hoy. - Frunció los labios de mala manera, para retomar con sus cautelosos pasos dentro del calabozo, siguiendo su rigurosa trayectoria pero sin cruzar la linia invisible que mantenía con el joven Danny. No quería darle el gusto de evidenciar su desacuerdo pese a que el prisionero ya lo sabía a la perfección. Sin embargo, no quería dar muestras tan irrebatibles como aquella incómoda expresión que había adoptado casi inconscientemente. Además, lo pero todavía estaba por llegar. - Podéis consideraros un hombre libre... Pero creédme cuando os digo que no será por mucho tiempo. - Le otorgó una mirada repleta de aversión que, como era habitual, fue correspondida por el muchacho. - No sois de mi agrado, y pienso haceros caer. Tal y cómo también os han concedido el puesto de guardia personal para la princesa Ana, podéis perderlo absolutamente todo en un abrir y cerrar de ojos. - Le declaró sin ningún remordimiento, y esperó, con las manos tras su espalda y su mirada celeste fija en los ojos de Danny, a que éste tomara la palabra. Claro, eso si tuviese algo que decir... Enrique no dudaba de que así fuese.

Lo miré aguantandole la mirada, intentando no decir palabras que deseaban salir de mi boca a toda costa, quedandome en silencio, aguantando, haciendome el costoso animo de esperar y no decir ninguna mala palabra a mi nada querido rey, que tampoco no es que fuese mi rey, de hecho en tal caso...yo seria asunto de los reyes de Suecia. Cuando dijo lo de princesita, quise cogerle del cuello y no soltarlo, pero solo movi los brazos en un intento de replica a modo de contener mis palabras ante lo que dijo, para solo decir.

-Vos os acercais más a princesita que yo...ya teneis la corona-dije tajante pero sin poder evitar estar molesto por lo que me dijo, pese a intentar mostrar paz y tranquilidad, cosa imposible en esos momentos.

Entonces presté atención en las noticias, al oir que moriria, no pude evitar hacer una mueca de desagrado, pero poco despues me dijo que no seria hoy y sonrei triunfante, no sabia que es lo que le habia hecho cambiar de parecer al rey, pero sin duda era la mejor noticia. Pero vino la peor parte, la parte en que me decia que me queria ver caer, siendo el guardia de la princesa o no, el rey me queria muerto, pero si solo era alguien sin más?

-Y ese interes en verme muerto? acaso soy el unico que osa deciros la verdad, majestad? o esa verdad os dessagrada tanto que no quereis que os la repita de nuevo?-dije tranquilamente, desvie la mirada a mis compañeros, ellos me decian que no, la prisionera que se habia girado me decia que no, que no siguiera y bueno, deberia bajar un poco los humos, al fin y al cabo era libre.

-Gracias, majestad-dije en un murmuro mirandolo, queria verme muerto y si pudiera me haria sufrir las peores de las muertes, pero me daba la oportunidad de ser libre y de ser el guardia de Ana, asi que eran mas que buenas noticias, miré a los guardias del rey para que me quitaran las asquerosas cadenas.

La idea de que el rey quisiese verme muerto, el rey de Inglaterra, no agradaba, de hecho ese dato quizas era el peor de todos, aunque creo que en parte lo tenia merecido, pero quitando eso, simplemente esa mala noticia, lo demás todo eran buenas noticias, seria libre y guardia, creo que eso hizo que le temiera menos si esque el temor habia aparecido mientras estaba con él, aunque más que temerle a él, temia por mi vida.
Tenia una duda, no sobre estos temas, sino por otros, pero eso lo preguntaria a alguien de la realeza que no fuese él.

Los ojos cristalinos del joven Enrique destilaban aborrecimiento por doquier hacia aquel insolente que se atrevía a mantenerle la mirada. Parecían taladrarse mutuamente y, pese a que Hietala era el que tenía que ceder si no quería terminar sepultado bajo tierra, seguía tan determinante y seguro como el propio Rey en cada uno de sus actos. Aquel juego de miradas terminaban por enfurecer al monarca inglés; no podía dar crédito al comportamiento del muchacho después de todo lo ocurrido, y lo que posiblemente podría llegar a ocurrir si seguía comportándose cual vil traidor. Pues para Enrique, el simple hecho de que no fuese respetado por otra persona de su reino, y que aún por encima tuviese la impertinencia de encararse a él, a su Majestad, al que devía su más devoción y amor, ya eran motivos más que suficientes para considerarle un enemigo. Un insecto que debía de ser pisado en cuanto antes. Él bien sabía que tan sólo se necesitaba a una persona para crear una gran revuelta en su contra. Y no estaba dispuesto a permitir que un dilema más se sumara a su larga lista.

Hieatala, con aquella clara molestia que se manifestaba en su semblante, rebatió contra el comentario del Rey sin apenas pensar en las consecuencias de sus palabras. Enrique rodó los ojos para cerrarlos seguidamente a modo de reflexión, y tomar una bocanada de aire por la nariz: pensar y actuar. Se repetía el monarca una y otra vez. Era joven, impulsivo, y gran partidario por las grandes batallas y victorias. Por ello, aquellas dos palabras tardaban en cobrar el significado adecuado en su mente para utilizarlas con entendimiento y frialdad. - Vuestra persona carece de inteligencia... Si tuviéseis tan sólo una pequeña porción de sentido de integridad, creédme que no osaríais responderme a mí, al Rey de Inglaterra, con tales impertinencias. ¿No teméis a la muerte? ¿¡acaso no pensáis que puedo mataros con mis propias manos, aquí y ahora!? - Alzó la voz con ímpetu en sus últimas palabras para recalcarle que en sus manos estaba su vida, la cual en estos instantes pendía de un hilo apenas visible. El rey compuso una mueca de repugnancia; definitivamente no lograba entender el interés de la princesa de Hungría por éste muchacho falto de conciencia.

La sonrisa de júbilo que se cruzó por el rostro del prisionero en cuanto supo que muy a pesar del Rey, por el momento, podía considerarse una persona libre, -bajo la amenazante mirada de Enrique- fueron los elementos necesarios para que el monarca apremiara su inmaculada dentadura ocultada bajo sus carnosos labios, y tuviese que alzar en consecuencia su rostro con arrogancia para seguir con su compostura. - Sois el único que osa decír sandeces contra mí, al que debéis vuestro más considerado afecto y respeto. Y si os atrevéis a pronunciaros de nuevo en mi contra, os puedo asegurar que vuestro ojo derecho no saldrá tan bien parado como el izquierdo. - Le respondió entre dientes, con aquel típico siseo amenazante.

"Gracias, Majestad."

Enrique alzó una ceja instantáneamente, y empezó a reírse con ganas durante unos instantes, para terminar por decir. - Demasiado tarde para sacar a relucir los buenos modales, Hietala. - Le expresó con seriedad y, sin apartar su mirada en la del nuevo Guardia, alzó la mano izquierda para mover tan sólo dos dedos de la misma con la intención de llamar la atención de su Guardias. - Quitadle las cadenas... - Los mismos, asintieron con un "Majestad..." y, se acercaron a Danny para dejarle libre. El rey suspiró con aborrecimiento. - Esperemos que la princesa logre modular vuestra gran falta de educación. Ya que por el contrario, terminaréis peor que vuestros compañeros de calabozo. - Le recalcó finalmente, sin moverse de su posición.

-Lo pienso-dije como unica respuesta a sus preguntas, claro que lo pensaba, que se creia? entonces oi lo demás, a lo que no dije nada, simplemente necesitaba estar en silencio unos minutos, unos largos minutos, para tener al rey contento y por fin librarme de las cadenas, asi que hice oidos sordos, ni siquiera le miré cuando hablaba, ¿falta de respeto? puede, pero a mi parecer era mejor eso a que le respondiera con mis "sandeces".

Luego me amenazó, a lo que simplemente me hizo girarme hacia él...y pensar para mi, que no debia responderle, no debia si no queria que cambiase de opinion repentinamente, aunque debia admitir que esa especie de bondad por su parte, si se podia decir de alguna manera, hacia mi...es decir, el me amenazaba, pero me permitia ser guardia y ser libre, no se que es lo que le habia hecho cambiar de parecer tan repentinamente si sabia de sobra que si fuese por él, estaria muerto.

Pero para cuando iba a preguntar, sus guardias me quitaron las cadenas, sonrei ladinamente, y aunque si fuese por mi hubiese salido de alli, ese hedor era insoportable, creia conveniente mostrar un poco de respeto hacia su persona, para variar...aunque solo fuese ahora y aunque estuviese totalmente extrañado por su actuacion.

-Decidme porque ese cambio de parecer, solo eso-dije mirandolo, esta vez sin estar en aquella situacion incomoda, ya más serio, como si lo que hubiese dicho, me hubiera realmente afectado, que en parte era asi, solo en parte...realmente dudaba que no volviese a hacer ni decir nada en su contra, me era imposible, un hecho no me lo permitia, por eso le tenia tanto rencor y odio, a él, a su familia, pese a ser amigo de su hermana, pero ella no parecia serlo, eran bastante diferentes, pero no podia decirselo que nos llevabamos bien, seria un golpe demasiado bajo para el monarca, supongo.

-Que hariais si supierais quien ha matado a vuestro padre?-dije, como simple curiosidad, talvez asi lograra entenderme, miré la salida de la celda y me dirigi hacia ella casi sin pensar.



off:me ha salido corto, perdooon

Lo pensaba. Oh, claro... y cuán equivocado estaba el muchacho por hacerlo. Cada palabra indignante que salía de su persona, no hacían nada más que aclamar su muerte con afán. Enrique, con las manos tras su espalda sin perder aquella inflexible posición, observó con distracción cómo sus guardias se encargaban de soltar al prisionero. Sus profundos ojos, de aquel color azul celeste tan claros como el mismo cielo, se encauzaron en el rostro de Hieatala. Una mirada impasible e inquebrantable. Empezaba a acostumbrarse a tratar con aquel presuntuoso. - Es mi obligación como buen Rey, aceptar la decisión dictaminada por el Juez. Pero en lo que a mi respecta, os destruiré. No ahora, no os sintáis tan privilegiado... Actualmente no sois mi dilema primordial. - Finalizó, curvando sus labios en una ladeada sonrisa con aquel matiz de malicia própia de su persona.

"¿Qué haríais si supiérais quién ha matado a vuestro padre?"

La sonrisa del monarca se transfiguró en un abrir y cerrar de ojos por una mueca de puro hastío e incredulidad por dichas palabras. ¿Con qué fundamento decía tal estupidez? No sabía cual era la razón de aquel muchacho para que semejante despropósito saliese de él sin reparo. El rey frunció el ceño y rechinó los dientes, apremiando ambos puños con tal empeño, que empezaban a dolerle los nudillos. Hietala, con aquel aire de despreocupación emprendió la marcha hacia la salida; sin nisiquiera haberle concedido una reverencia y, difamando a Enrique al cruzarse con éste aun sabiendo que los guardias podrían haberle atacado. No fue necesario que el monarca ordenara su detención, pues los guardias se avalanzaron contra él, sujetándolo por los brazos para retenerle dentro del calabozo.

Enrique, con el rostro repelto de ira, encaró su cuerpo hacia el sujeto para acercarse a éste con tan sólo unos pasos. - Mi padre, no fue asesinado... - Siseó el rey entre dientes, para arremeter con un fuerte puño al rostro de Hietala; el puño de Enrique quedó impregnado por aquel líquido color borgoña; sangre de un desleal. - ¿¡Qué queréis decír con vuestras ultrajantes palabras!? - Le bramó con furia, a pocos centímetros del rostro totalmente damnificado que poseía el muchacho en esos instantes. Los guardias Reales, sujetaron con fuerza al joven antes de que un segundo golpe, se estrellase en el rostro del hombre. Terminando por dejarle totalmente aturdido, y que apenas pudiese aguantarse de pie si no fuese por la ayuda de los guardias del rey que seguían sujetándole. - ¡Estáis muerto! ¿¡Me habéis oído!? ¡Muerto! - Le vociferó con furia para, seguidamente, retirarse del calabozo junto con sus guardias. Dejando a Hietala allí dentro; con el pórtico abierto para que, pese a lo ocurrido, pudiese salir de allí tal y cómo a fin de cuentas tenía derecho por la sentencia dictaminada a su favor.

OFF-ROL: Haz un último post y cierra el tema. (;

No me entendió, no entendió absolutamente nada, miré al rey vociferando aquellas palabras, al parecer el juez habia dictaminado que estaria libre, le gustase al rey o no, eso solo hizo que sonriera de nuevo, aunque cuando dirigi a salirme de alli, fui cogido por los guardias de nuevo, mis movimientos quedaron otra vez aplacados por sus brazos, para cuando giré a ver el rostro del rey, recibi un fuerte puñetazo, haciendome sangrar, no pude evitar no hacer una exclamasión, dado que no me lo esperaba...pero que pasa? que habia dicho? lo miré y escuché sin entender nada, para recibir otro fuerte puñetazo.

-No me entendeis, vos matasteis a mi padre...asesinoooo!!!-dije gritando adolorido

Poco despues me soltaron bruscamente en el suelo, sin atender a lo que decia, solo...solo queria verme muerto, oi los pasos de sus guardias y de él irse, me quedé tumbado en el suelo con la cara marcada y sangrada y con el ojo aun adolorido, opté por cerrar los ojos, estando encima de ese suelo tan asqueroso y fangoso, me caieron un par de lagrimas que se mezclaron con la sangre, respiraba lentamente, la mujer que estaba antes llorando por la muerte de su marido, me dijo en un murmuro.

-Sois libre...el rey os ha dejado libre, salid-dijo ella intentando sonreir

Me limpie con la mano la sangre y me levanté poco a poco, mi ropa estaba sucia, mi rostro estaba malherido, pero me levanté, era el guardia...era un guardia, debia pensar eso, me acerqué a su celda y puse mi mano sobre ella sonriendo levemente.

-Ojala os saquen..-dije en un murmuro mirandola, ella asintió sonriendo levemente, para poco despues irme fuera de esa torre, a la que esperaba no volver en mucho tiempo, aunque el rey quisiese lo contrario, siendo el guardia de Ana, no estaba bajo su cargo...no directamente, que dolor de cabeza en general.


FIN DE TEMA