Noche oscura [+18] [Jennie Ragdom]

La noche se alza sin duda, fría y silenciosa, como otras muchas en esta época del año. Mi estancia en Inglaterra parece que será larga, al menos de momento, pues no parece haber mucha suerte con las negociaciones, teniendo en cuenta que, ahora Escocia, sufría una época muy dificil tras el fallecimiento del monarca. Suspiré mientras miraba a través de una ventana como en aquella noche, la nieve había adornado los jardines del palacio. Negué en silencio, aun pensativo, mientras mi miraba se hallaba perdida entre el panorama que mostraba el exterior. Recuerdos de mi hogar asaltaron de repente mi cabeza, y no pude evitar suspirar, cansino de estar allí. Ojalá pudiera volver cuanto antes a Escocia, y desde luego, cogerme una borrachera de las buenas. Miré hacia atrás, observando la estantería que se hallaba en este, mi cuarto de invitados, y ladee la cabeza pensativo, para después avanzar hasta él y revisar rápidamente con mi vista los libros que ahí se hallaban:

-Nada de interés desde luego. Nada escocés, y menos mal que irlandés, nada. Simplemente historias - suspiré y negué en silencio para ir tranquilamente hacia la silla que había en aquella estancia, junto con una mesa y una jarra de buen vino. Tomé una copa y vertí el contenido de la jarra en ella para después, dar un buen trago. Suspiré, notando como el alcohol se deslizaba por mi garganta hasta finalmente, llegar a su destino. -Noche oscura, y sin vida, caracterizada por el frio de la nieve. Maldita sea... - negué en silencio para mi mismo, mientras desde mi sito, observaba la ventana y el panorama que mostraba. ¿Por qué demonios hablaba ahora cual poeta? Sin duda, a lo mejor se tendría que dedicar a eso cuando bebiera alcohol.

Pasados los minutos y con aquella copa ingerida, me limité a deshacerme de los ropajes usados en el día, para ponerme unos más cómodos para descansar en mis aposentos. Había conocido a gente interesante de momento en su estancia en la Corte. Sirvientes, nobles, bufones y alguna que otra sirvienta o princesa de buen ver, ¿para qué negarlo? Pero aun así, aquella noche gustaba de estar, al menos, a gusto en sus estancias y no en algún tipo de fiesta. Cuando me deshice de la ropa, suspiré, mientras me ponía mis ropajes, notando como el frio recorría mi cuerpo. De no ser por la chimenea que había, ahora mismo estaría congelado.

-Esperemos que esto cambie mañana - pensé en voz alta mientras me cambiaba de ropa, sin esperar visita alguna, más que la del sueño.

La noche era más fría de lo ya habitual y las ganas de dormir sola no eran precisamente perfectas. Adoraría en este momento estar con cualquiera de las sirvientas, más desgraciadamente, la única que estaba, no era precisamente buena acompañante para la noche. Había tres cosas principalmente que no me hacía ni gracia para dormir juntas.
La primera era que roncaba. Pero no un ronquido suave o mas o menos normal, que va, era como un cerdito. Si me descuidaba hacía oinck oinck.
La segunda, no menos grave, pero tampoco más, era que metía cada patada y puñetazo, que ni un caballo pegaría tales coces. Lo mejor, es que era en sueños.
La tercera, y esta vez si más dominante ante las otras dos, era que babeaba..
Si, podría decir que soy una exagerada.. PERO NO! exagerada ella, que tenía que cambiar cada día las almohadas y dejarlas a secar..

Es por ello por lo que ni pensarlo dos veces dormiría con ella.
Un ruido en uno de los pasillos me sacó del ensimismamiento. Me incorporé en la cama y con una manta por encima de mis hombros y sin zapatillas que taparan mis pies desnudos salí a los corredores. Paseé por ellos, pero desgraciadamente nada vi. Seguí caminando por ellos, notando como los fríos se me congelaban lentamente bajo la helada y dura piedra. Cerré los ojos y tragué saliva, ahora no sabía ni donde estaba. Se me había olvidado coger una vela y ahora todo estaba oscuro. Maldita mi inteligencia y maldita mi gran suerte. Abrí una de las puertas, con suerte sabría donde me encontraba tras saber cual era el cuarto.

Este, estaba también oscuro, más unas breves pero perfectas luces entraban tras atravesar el vidrio de las ventanas altas. Iba a andar por la habitación y saber cual era, cuando me di contra la silla con todo el pié. Empecé a saltar como una loca, me dolía en infinito, menudo golpe! Puse una mano en la cama, y me senté en ella. Cuando me quise dar cuenta, un hombre dormía en la cama. Las cortinas estaban retiradas, las sabanas alborotadas y perfectamente colocadas para solo tapar su parte inferior. Un pecho desnudo tan solo cubierto por una finísima tela blanca que simulaba ser una camisa de seda, pero ni eso. Me quedé unos segundo inspeccionando su cuerpo, y para cuando me quise dar cuenta se había incorporado
-Lo siento...- susurré con una cara de susto infinita. Me fui a dar la vuelta y levantarme para salir, tropecé de nuevo con la dichosa silla.

Se oyen ruidos, y para que negarlo, me molestan, pero con la que está callendo ahi fuera, no voy a salir ni loco, para enfermar o Dios sabe que. Ya se encargará alguno de los sirvientes, pues seguramente a esas horas, yo no sería el único al que le molesta todo ese ruido. Dejé la copa sobre la mesa y la jarra, en su apartado lugar en la correspondiente mesa, para, avanzar en silencio hasta la cama y meterme en ella, simplemente para descansar, con un libro en la mano. Me acomodé y traté de leer el libro, pero, simplemente, el sueño estaba comenzando a poder conmigo, y desde luego, no tardo en caer rendido. Dejo el libro sobre una mesilla que hay cercana a mi cama, y con total tranquilidad, me arropo, tapándome hasta el cuello. El sueño, me abrazó en cuestión de segundos. Incluso ni me percaté de la presencia que acababa de hacer acto de presencia en mi cuarto.

Unos ruiditos, comenzaron a llamar mi atención y comenzaron a desvelarme, para después, notar como alguien o algo se situaba en mi cama, y, para entonces, ya mis ojos comenzaron a abrirse, lentamente hasta que en la oscuridad de la habitación, pude observar de quien se trataba. La poca luz que filtraba la ventana, procedía de la luna y desde luego, en cuanto contemplé a la mujer que ahora mismo se hallaba doloriendose del tropezar otra vez con la silla.

Ladeé la cabeza pícaro y sonreí:

-Vaya, ¿acaso te gusta entrar a escondidas en los aposentos privados de los invitados, eh Jennie? - pregunté mientras me levantaba. Suspiré, sin camisa alguna, más que unos simples pantalones. El frio ya comenzaba a notarlo. Avancé hasta Jennie y le ofrecí mi mano. -Creo que será mejor ayudarte a levantarte de tu pelea con la silla, ¿no creeis milady? - sonrió divertido John.

Abrí los labios para objetar algo, pero rápidamente solté su mano y me levanté sola. Diablos, el pié me dolía tanto que pronto empezaría a hincharme si lo descuidaba.

Mordí mi labio y aparté la vista de su desnudo cuerpo. Pero por que tenía que estar tan cerca de mi? Tragué saliva e intenté no notar el olor que desprendía su cuerpo, ni por supuesto esa cara todavía adormilada que le daba un aspecto especialmente lindo. La luz luminosa, pero apropiadamente difuminada salpicaba cada poro de su piel, dándole un aspecto muy risueño y, como todo noble, seguro de si mismo. Escuché que reconocía mi nombre y deparé más en su cara.

-Lord Galway -abrí mis expresivos ojos muchísimo y mordí mi labio inferior -Disculpe mi intromisión.. -susurré mientras lo miraba. Mis manos se hacían puños a ambos lados de mi cuerpo e intentaban no ponerme más nerviosa de lo que ya estaba.

Irrumpir en la alcoba de un Lord... un Lord además invitado... Cerré los ojos con fuerza y mi mano fue a parar a mi cara donde tapé media de esta con la palma. Tragué saliva una vez más y mi cuerpo empezó de nuevo a temblar por el frío. Notaba partes de mi cuerpo sensibles, que se empezaban a escandalizar por la acción de echarme ligeramente hacia atrás, y tocar mi espalda con su pecho

No sabía ni por que tenía que haberme echado hacia atrás. Mis mejillas se encendieron y mis labios fueron mordidos una vez más

-Perdone..- intenté reprimir un gemido. Dios.. estaba tan cálido que si antes aquellas zonas sensibles estaban contraídas o demasiado debilitadas por el frío, ahora lo estarían por notar su roce en mi espalda.

Enarqué una ceja ante su rápida reacción, pues sin duda alguna tras el golpe, Jennie estaba molesta, al menos en el pie. Sonreí ligeramente divertido, negando en silencio, aunque, no me fijé en su rápida retirada de su visión de mi. Poca luz entraba en la habitación, la suficiente como para ver a quien tenía delante y saber, posteriormente, donde tenía mi cama. Enarqué una ceja pícaro, al ver que reconoció mi rostro y reí:

-Te dije que en privado, no hace falta que me digas Lord. Además, no es de molestia tu intromisión - contestó él tranquilamente. aunque sin duda se le notaba algo sorprendido por la aparición de aquella sirviente en sus aposentos privado. Habían mantenido algunas charlas sin duda, algo fuera del protocolo, pero, no se esperaba que ella apareciera por aqui en plena noche.Las reacciones que ella estaba teniendo, sin duda me sorprendían, e incluso, provocaron que alzara una ceja divertido. Cuando ella retrocedió y chocó contra mi pecho, observé su reacción y negué:

-No pasa nada señorita Jennie - aclaré. -La recomiendo que... eh... bueno... supongo que tendrá frio, asi que puede meterse en mi cama o ir a la chimenea a calentarse, por si tiene frio., Y perdone que esté así, suelo dormir así - se disculpó él, sonriendo ligeramente mientras iba hacia la chimenea y encendía un fuego. Agradecí el calor del fuego, para después observar a Jennie. Sin duda, con los ropajes con los que había entrado, incitaban a la mente a pensar, y sin duda, no pude evitar admirar su belleza. Miré nuevamente al fuego y suspiré.

-¿Quieres vino? ¿Descansar en la otra cama por el pie? ¿Te ayudo a volver a tus aposentos? Tú dirás - dije sonriente, aun sin ponerme camiseta alguna, cerca de la chimenea. No quería alejarme de la chimenea, pues el calor que brindaba, era de agradecer.

Una sonrisa de medio se posó tranquilamente en mi cara. Pronto mi tranquilidad se hizo notar, mis músculos se destensaron pero el dolor del mis pobres deditos era tal, que ni moverlos podía.
Me levanté para poder despejar un poco el dolor y me acerqué a la chimenea. Me quedé mirando para el, observando aquella imagen tan tierna. La luz dorada que desprendía el ferviente fuego bañaba la piel y le daba un cierto toque exótico. Tragué saliva recordándome que no sería bueno fijarme así en el, que se daría cuenta, y para nada era bueno hacer eso.
Giré la cabeza y con cuidado para que no se diera cuenta lo miré de reojo sin apartar la vista de su cuerpo. Wuauh...
Crucé los brazos bajo mis pecho y agarré con mis entumecidas manos la manta, y la apreté contra mi cuerpo. Mis pies se ponían pegados uno encima del otro, y se rozaban para dar calor mediante la fricción
-Hace una noche espantosa.. -susurré mientras volvía la vista al fuego y me acurrucaba un poco más en mi misma. Al lado de este había un asiento y me dirigí allí para sentarme a su lado y escurrir mis pies debajo de mis trasero, y al menos poderlos calentar un poco.
Alcé los brazos con la manta agarrada levanté un poco mi cadera para sacar la manta de debajo de mi cuerpo y por un segundo, pensaba que me moría de frío, si no fuera por que el calor que emanaba la chimenea no dejase que se congelara mi cuerpo
-No se como puedes dormir así de destapado- me recorrió un escalofrío que dejó mi vello como escarpias y cerré los ojos encogiendo mis hombros para volver a taparme -Me dejaríais estar en tu habitación... esta noche entonces?- murmuré con la boca metida en las mantas y mi mirada queda en sus ojos

-¿Espantosa? La típica noche escocesa. Fría y sin vida, aunque teniendo en cuenta el hecho de que una copa de buen vino, o buen whisky te ayuda a entrar en calor, yo diría que es llevadera. Una chimenea, y dormir bajo mantas y sábanas, es increiblemente agradable - comenté tranquilamente con una ligera sonrisa, mientras atizaba el fuego con el atizador que había junto con otras herramientas para tratar la hoguera de la chimenea. El reconfortante calor, recorrió mi cuerpo, y sin duda lo agradecia para después suspirar, y escuchcar los comentarios de Jennie acerca de como era capaz de dormir casi destapado. Reí ante su observación y me encogí de hombros:

-Señorita, cuando uno vive en Escocia, se acostumbra a toooodas las estanciones del año, porque, el frio, te congela hasta los huesos y el calor, a veces puede contigo, dependiendo del año. Por ende, prefiero dormir así, pues si tengo calor, me destapo y así estoy, y si tengo frio, me envuelvo en sábanas - contesté divertido para después sonreir. -Es lo suyo, ¿no creeis? - añadí poco después, mientras, me levantaba, para después estirarme.

Observé en silencio la figura de Jennie, envuelta en aquella manta, y en cuanto escuché su pregunta, enarqué una ceja, entre divertido y pícaro, para después reir, observando la puerta por la que antes había entrado:

-Bueno, podrías, pero, claro, no puedo permitir que una dama duerma en el suelo, y mucho menos que alguien más entre como tú, nos vea, y digan, ¡vaya, ese tal Galway ha hecho cosas muy malas con esa sirvienta! Cuando incluso a lo mejor, no ha ocurrido nada- expliqué, divertido, ladeando la cabeza. -Estoy abierto a sugerencias señorita, así que, cuanto antes las proponga, antes podremos solucionar, este pequeño malentendido - reí cruzándome de brazos.

Sonreí con dulzura y pasé mi mano por el cuello como manía mía. Mordí el labio y solo aparté a vista un segundo de la chimenea, para ver por la ventana apenas unos segundos, como los pequeños y fríos copos caían a una lentitud increíble. Me acurruqué sobre mi misma un poco más y le miré sonriente
-Escocia debe de ser tremendamente bonito...- ladeé la cabeza con una cara totalmente tierna e inocente. Sonreí y acaricié mi cuello quedándome quieta en el sitio escuchando lo que decía con altanería. Escuche eso de "que una dama duerma en el suelo" y me reí un poco. No sabía realmente que me hacía más gracia: El echo de que me llamara "Dama" o el que no quería que durmiera en el suelo.
-No se preocupe, por lo de dormir en el suelo, no es nada nuevo para mi..- susurré sin vergüenza a que supiera algo de mi estancia aquí.
Miles de veces estuve castigada por tonterías e injusticias, siendo así "castigada" durmiendo en los establos, o con algunos más crueles como el látigo. Marcas en mi espalda lo demostraban, pequeños cortecitos por toda ella. Diablos, odiaba ese cacharro más que nada en este mundo.
Alcé de nuevo la mirada, perdida por unos instantes en la realidad que ahora me rodeaba.
-Cuando incluso mejor no ha ocurrido nada?- Cité su respuesta con tranquilidad, y al mirar su preciosa sonrisa segura de si misma, alcé las cejas como sorprendida y sonreí de medio lado como cansada.-Tenía pensado hacer algo junto a mi esta noche milord?- me levanté y me acerqué a el abriendo los ojos y entrecerrándolos un poco para mirarle con más curiosidad de lo normal. La verdad, no estaba mal, pero no podría asegurar que era de ese tipo de Lores que llamaban a las sirvientas para pasar la noche, pues realmente, no había aquí ninguna... o almenos, no antes...

La observé en silencio, siguiendo con mi mirada cada uno de sus gestos, pero él, tenía la mirada fija en la chimenea, asegurándose de que mantuviera el calor que le correspondía, para que ninguno de los dos, pasara frio. Se movió, para y con ella, y finalmente, me miró con una sonrisa, a cuya mirada respondí con una de mis habituales sonrisas:

-Escocia es un lugar precioso, deberíais venir algun día, si teneis la oportunidad, claro está. - comenté con total tranquilidad para después ir hacia la mesa donde minutos largos antes, me había sentado para tomar una copa de vino. Tomé esta vez, en vez de un vaso de madera, dos vasos, tallados perfectamente. Él podía haber pedido copas de gran lujo, pero segun él, el vino sabe mejor tomado en un vaso de madera. La costumbre escocesa, sin duda alguna. Fue pedirlos y al cabo de dos horas se los obtuvieron, y ahi estaban. Serví dos copas, para después, tomar ambos vasos, y avanzar hasta Jennie, estando próximo a ella, para después, ofrecerle el vaso de vino, invitándola a beber.

-Insisto en que no dormirás en el suelo. Mira, en mi hogar, mi castillo, mis sirvientes no duermen en el suelo. Les tengo unos grandes cuartos específicos para ellos, donde van varias personas a dormir al mismo sitio, pero todos tienen una cama, un techo y comida - dije tranquilamente. -Por ende, mientras estes aqui en mi habitación, me negaré a que duermas en el suelo, a no ser que en verdad te agrade este, de lo contrario no te lo negaré - ironicé, enarcando una ceja con cierto deje de ironía en estas últimas palabras, para después, llevar a mis labios la copa de madera que contenía el vino, para derramar parte de su contenido en el interior de mi boca.

Pero aquellas dos preguntas, me pillaron por sorpresa, sin duda alguna. Pensativo y meditabundo, avancé nuevamente hasta mi cama, donde me tumbé, notando finalmente como el calor de la chimenea, había inundado la sala, de forma tan agradable, que el frio, aun perceptible, era muchísimo menor. Pensé, seriamente la respuesta apropiada para salir de aquella situación airoso, pero debía admitir que sin duda, esa pregunta ya se la habían hecho en alguna ocasión más, y pocas veces, había salido airoso:

-No soy quien, para obligar semejante cosa. Mis sirvientas, por lo general, a veces se cuelan en mis aposentos y creeme, no soy yo quien empieza ese juego - dije seriamente, un hecho verídico, pues más de una vez, alguna bella sirvienta, hacía eso, después de mantener una encantadora charla conmigo. Tal vez, simplemente era la impresión que en muchas ocasiones solía causar, por muy egocéntrico que sonara todo esto. -No voy a negar, milady, que vuestra belleza es notable, pero, no os obligaré a ello, a pesar de que no rechazaría esa oferta, sin duda - dije, con un tono de voz alto irónico, pero divertido, a fin de cuentas, mientras yo, tumbado en la cama, bebía aquella copa de vino, esperando que ella, por una vez, aceptara uno de los placeres que los nobles nos podíamos permitir. El vino.

Sonreí al escucharle y negué con pesar
-Me encantaría ir a ver el lugar de donde sois, y descubrir cada recóndito de esta, pero creo que las posibilidades son más bien nulas Milord..- lo miré y acepté su copa, pero solo por aceptarle ese bonito gesto conmigo. Meneé la copa observando el tenue color del líquido, el olor embriagante y la densidad de este con cierto recelo, pero siempre con curiosidad. Ladeé la cabeza y lentamente llevé a los labios este privilegio que desgraciadamente no cualquier persona podía catar. Mis labios se bañaron en el ya, ta apetitoso líquido.

Abrí los ojos desmesuradamente. A esto se le podía decir bueno? Rico? Vaya, pues me había defraudado en una gran cantidad. Tragué para no parecer grosera y le dediqué una sonrisa tranquila, para que no notara de que el vaso que ahora reposaba en mis manos, no era precisamente de mi agrado.

Mi cabeza se puso un poquito más hacia un lado, y la miré con cierta curiosidad. Solté una risa ligera, tapada por la mano que con gracia se ponía en mi boca. Bajé la mirada y el mentón y mis mejillas se empañaron del más tierno color.

La alcé de nuevo y contemplé su figura despreocupada tumbada en la cama. Se le veía tan cómodo que esta misma, me daba cierta envidia. Me levanté apoyando la mano con la copa en el brazo contrario mientras me encogía en mi misma y apoyaba este mismo hombro, en el pilar de madera que unía el somier con el dosel. Pasé el brazo por este, y apoyé la cara en la todavía fría madera y lo miré sin reparos

-Mi intención no era entrar por que quisiera algo de usted...- aun que a decir verdad, ahora que lo miraba.. pues.. tampoco sería algo realmente malo.. Hice un acopio de resoplido frustrado, pero me reí igualmente- Escuché un ruido, pero como es más que obvio, se me olvido el candelabro..- me reí de nuevo y sonreí con cierta ternura. moví la cabeza para acariciar mi pálida mejilla con el olor a roble y lo miré con los ojos entrecerrados- no sabía donde estaba, me perdí y quería encontrarme reconociendo algún lugar...- susurré y me separé para dejar el vaso de madera, que ya no tenía ganas de tener en mi mano, en la mesa donde estaba la botella. -Y dio la casualidad, de que vos estabais aquí...- sonreí, y con un atrevimiento, que ni yo misma reconocía, me senté a su lado y pasé el dorso de mi mano por su cara, dándole una suave caricia por esta. Sonreí ladeando la cabeza, notando como mi cabello largo y sin recoger, con suaves ondas caía por mi hombro y formaba una suave cascada. Pasé esta vez la palma, y la dejé ahí para que mi pulgar diera suaves círculos en su pómulo.

Tragué saliva un momento, y lentamente me acerqué a su boca para depositar un beso. Más y más cerca estaba, rozaba su nariz ya, y mi otra mano volvió al otro lado de su cara para acunarla. Mis dedos se apretaron contra su cuello, y tragué saliva de nuevo.
Me acercaba más, con lentitud, notando como su respiración se agolpaba contra la mía, y su calor me rodeaba por completo. Rocé sus labios, ahí estaban, suaves y cálidos. Abrí los ojos y me separé con brusquedad. Me di la vuelta y miré con horror el suelo.
Vaya, no podía ni siquiera besarle.. no quería que me pasara de nuevo.. estar bien con alguien, y luego que se fuera. Sabía que Lord Galway no lo haría pero.. espera, no, no sabía si lo haría o no. No conocía absolutamente de nada a este apuesto caballero. Diablos, que iba a hacer? Señor, por que me dejas tales tentaciones? Definitivamente la vida era totalmente injusta.
Mi cuerpo empezó de nuevo a temblar, esta vez no sabía si era por la vergüenza de haberme atrevido, o por el rechazo que yo misma había empezado y desecho. No sabía tampoco si era por el frío que ahora mismo notaba, o si era por esa debilidad que empezaba a sentir por darle un beso.. Una de dos, estaba loca, o empezaría a enloquecer.

-Bueno, soñar es gratis, y creo que algún día posiblemente si alguna dama, reina incluso gusta de ir, creo que con lo buena que vos sois, que ya me lo habéis demostrado hace unos cuantos días, no creo que ponga pega alguna en llevarte. Creedme, es una bella tiera que merece la pena ser vista entera - aseguré tranquilamente desde mi sitio, mientras le daba un nuevo trago a mi copa, fulminándola completamente, para después, dejarla sobre la mesilla, aunque, no pude evitar en su gesto cuando probó el vino. Ladee la cabeza lentamente mientras tragaba, y sin duda, al ver su sonrisa, y viendo que sin duda, no había puesto una muy buena cara al principio, reí. -Y no os corteis, milady, sé que el vino no es precisamente mi fuerte, siempre he preferido el ron, el whisky, una buena pinta. Puede que no sea fino, pero es contundente y bueno - comenté.

Me acomodé nuevamente en mi sitio, con toda la tranquilidad del mundo, mientras mis ojos observaban en silencio a la sirvienta, para después, desplazarse hasta la hoguera, que seguía crepitando con fuerza, calentando la habitación. Suspiré, y miré un segundo por la ventana, para después, escucharla y clavar mis ojos en ella nuevamente:

-Me lo figuro, a veces es la costumbre, al menos en Escocia - comentó. -Si, yo también escuché un ruido, pero le resté importancia, estaba tranquilamente aqui y ya supuse que alguno de sus compañeros echaría un ojo a ese, molesto ruido, y así fue, ya no lo oigo. ¿Quien sabe? A lo mejor eran dos sirvientes, uno y una haciendo cosas inapropiadas, o una particular fiesta con alcohol y juegos de mesa, se dan muchas veces, creedme - añadí. Enarqué una ceja pícaro ante sus últimas palabras.

-Bueno, soy un invitado durante tiempo no... especificado - dije con cierto tono de sorna e ironía, pero reí. -A fin de cuentas, si, estaba aqui, encontraste mi habitación. ¡Una buena pinta para usted! ¡Es el premio! - exclamé divertido. Después me crucé de brazos, y mis ojos se clavaron en ella, y en su lento avance hasta mi, hbasta que finalmente, se sentó en mi cama y ladeé la cabeza, ligeramente extrañado ante tal atrevimiento. No me importaba, pero, sin duda la chica pasaba de ser muy tímida, a muy atrevida. ¡¿Eso era bueno? Ni yo mismo lo sabía. Pero cuando su mano se depositó en mi rostro, acariciándomelo, sus intenciones, ya desde luego, estaban cantadas, pero, ¿para bien o para mal?

Se acercaba, y no podía evitar sentirme un tanto divertido por la situación, pero, ¿¡qué diablos?! ¡Le había tocado un premio gordo! Entrecerré algo los ojos, y cuando noté sus labios, suaves y dulces, cerré mis ojos, pero ella, retiró sus labios. Me mantuve en la misma pose, en silencio, sin abrir los ojos, para después, esbozar una divertida y algo cínica sonrisa:

-Vaya, sabeis dejar a un hombre con las ganas, ¿eh? - reí picaro. -No temais, no diré nada, pero tampoco pensaba tomarme esto muy en serio, que conste - fue cuando abrí finalmente, mis ojos, clavandolos en ella con tranquilidad. -Sin ir más lejos, soy un pendenciero y truhán mujeriego, haceis bien en no fiaros de mi, no os negaré este hecho, bella dama - sonreí ligeramente. -Es la fama que me dieron en Escocia, así que, dificilmente me la podré quitar - suspiré.

Moví mis piernas y la miré, para despues, chasquear la lengua. Sin duda, mi mirada la desnudaba, para fortunio de mi a veces calenturienta mente, y finalmente, chasqueé la lengua otra vez:

-Si gustais de seguir con esto, muy agradable por cierto, ya sabeis, de lo contrario, hay una habitación cruzando el principal pasillo de sirvientas, está apartada, ahi están mis dos acompañantes. Si os tocan, avisadme y les castraré, pero hay una cama libre, podreis descansar libre de ronquidos, así que, en vuestra mano está la decisión, preciosa - sonreí, chulesco pero divertido, para después, guiñarle un ojo y acomodarme nuevamente en la cama, quedando tumbado y mirando al techo.

Tic, tac, tic, tac, el tiempo corría y sin duda, esperaba ansioso la decisión por parte de Jennie, que desde luego, le iba a gustar, o posiblemente, le iba a desagradar, pero, desde luego como él dijo, no iba a obligar a nadie hacer algo que no quisiera.

El atrevimiento hoy empezaba a aturdirme de manera sobrecogedora. Era increíble como una simple sirvienta como yo, podía andar a meterse en alcobas de sus amos, y no precisamente para limpiarlas. Había hablado con él, y sus intenciones claramente eran de dormir junto a mi. Pero el miedo me llenaba el corazón, y el simple pensamiento de que me podrían cortar la cabeza si alguien supiera que no él quien me llamaba, si no yo quien había entrado sin que él supiera... Dios mio, ampárame si esto se descubre...
Mordí el labio y pasé la mano por mi cuello para girar levemente la cabeza y dejar que mi rubio cabello cayera cuan cascada por mis hombros. Observé aquella perspicaz mirada, y sin más querer aguantar volví a pasar la mano por su cara. Me agaché de nuevo, dejando parte de mi cuerpo encima suya, y pegando de nuevo sus labios en los míos.
Un beso al principio tranquilo, simplemente por probar, por saber ese dulce sabor de su boca, con una mezcla de su sabor natural, y el vino que acababa de tomar. Una mezcla que empañaban mis sentidos, y dejaba un halo de su boca en mi. Acaricié su pecho sin casi darme cuenta... Estaba tan cálido que no quería alejarme de el por miedo a coger frío.
Me separé un instante de el, para ver e su mirada esa picardía y esa "experiencia" que quería averiguar por mi misma. No besaba mal, de ello estaba segura, pero quería algo más...
Puse ambos brazos al lado de su cuerpo y me levanté un poco apoyándome en ellos para poner todo mi cuerpo encima suya, poniendo mis piernas entre las de el y mis brazos rodeando su cuello

-Espero por vuestro bien, para que no digan "Vaya con el Duque Galway que anda a divertirse con sirvientas"- imité su voz como antes había dicho y me reí acariciando su cara- que me despierte antes del amanecer para que no se den cuenta- guiñé un ojo y volví a rozar su nariz con la mía- vos estáis seguro de que me dejáis dormir aquí? - susurré con na voz endulzada.- por que si no es así tendré que ir por el frío pasillo a mis.. aposentos- murmuré sobre su boca. Ah, si, había despechado fervientemente la idea de dormir con sus sirvientes, no era una idea que me complaciera en absoluto, pues la simple idea no me dejaría dormir.

No pude evitar en ningún momento, analizar sus gestos, pues me resultaba interesante ver las reacciones que se podían observar en su rostro, unas para bien y otras para mal. ¿Pero qué le iba a hacer? A fin de cuentas le había hecho una propuesta que podía ser o aceptada o rechazada. Todo tenía sus pros y sus contras, pero bueno,¡la gran mayoría de veces eran todo pros! No pude evitar estirarme en mi sitio, hasta que finalmente, observar sus nuevos gestos. Se mordió el labio, y observé su rubia melena sobre sus hombros. Chasqueé la lengua, mirándola interesada y pícaro. Noté su mano nuevamente en mi rostro, y enarqué una ceja divertido, para después comenzar a notar su avance, y eso, sumado a su beso, me divirtió. No puse resistencia alguna, simplemente me dejé llevar por aquel beso, probando sus dulces labios, aunque, ¿dulces? Si, bueno, o era él que se había pasado con dos copas de vino, ¿pero qué más daba?

Una de sus manos recorrió mi torso desnudo y sonreí ligeramente, aunque, sin duda, la sirvienta pareció ser, una vez cogió más confianza, muchísimo menos tímida, cuando me acorraló sin opción alguna con su interesante cuerpo, y sus brazos, atraparon mi cuello.. Reí pícaro:

-Conde Galway, para usted - bromeé ironizando. -Pero ya sabe que, en esta ocasión, la dejaré llamarme por mi nombre, John - añadí pícaro, para después, guiñarle un ojo. -¡Antes del amanecer? Tomo nota, y si preguntan, la hice llamar y la escusaré, asi nos evitamos problemas para usted, ¿no cree? - comenté cómplice, Si proximidad me estaba resultando agradable, por el suave e interesante aroma de su pelo, así como sus quejas al respecto del frío que abundaba en los pasillos, comentándomela, sin duda alguna, sobre mis labios. -Bueno, entonces no dejaré que pase esta noche frio, milady - contesté divertido, de la misma manera que ella hizo, para después, besar sus labios con algo más de pasión, que la anteriormente demostrada.

Si, podía resultar una locura hacer aquello ahi y ahora con una sirvienta, pero, ¿qué más daba? Así era él a fin de cuentas. Mis manos, fueron hacia sus costados, deslizándose lentamente hacia el lado contrario, hacia su cintura, acariciando su cuerpo sobre su vestido, aunque el descenso continuó hasta donde el vestido para dormir que ella usaba, no cubría, sus muslos. Su piel, era suave, agradable al tacto, y no pude evitar acariciar esa zona varias veces, mientras nos fundíamos en un apasionado beso. Aquella noche, iba a ser larga, sin duda.

Simplemente besaba genial. Sus labios se deslizaban en los míos, y nuestras lenguas se alzaban gustosamente, con cierta maestría, como si hubieran estado una en la boca de la otra, siempre. Acaricié sus mejillas, sus pómulos, y bajé hasta su mandíbula, perfilandola con los dedos. No dejé de besarle, cada vez más apasionadamente, cada vez más hondo, hasta que su sabor quedó gravado en mi boca.
Jadeé unos instantes en cuanto me separé de él. Se me había olvidado por completo eso de respirar. Posé mi frente en la suya y moví lentamente mi cabeza para rozar su nariz con la mía. Mis labios besaron la comisura de los suyos, y lentamente fui subiendo por su pómulo para descender rápidamente por su mandíbula.
Me quedé quieta rozando con mi respiración agitada detrás de su oreja y posé un suave beso ahí..
-Espero no pasar frío... Lord Galway...- murmuré en su oreja con un tono totalmente pícaro y sumiso a las reacciones de su cuerpo con el mio y viceversa.

Acaricié su cuello y pasé las manos por su pecho
-Verás...- susurré en su cuello- su... gracia -dije en cierto tono gracioso mientras me tumbaba a su lado y lo miraba con travesura- creo que empiezo a tener ya frío...- susurré con dulzura mientras pasaba las manos por su cara y lo acercaba a mi para darle un beso tierno. Pasé la pierna izquierda por encima de su cadera, y al igual que mi brazo izquierdo, que se ponía por encima de su hombro y se doblaba por el codo para poner acariciar mejor su cara. Pasé los dedos enmarañándolos por su cabello, haciendo que se aproximara más y más a mi. Acaricié su nuca y tiré de el para que se pusiera encima mía, pero sin mucha presión. Estiré mi espalda poniendo los hombros para atrás para elevar mi pecho contra el de él. Los brazos rodeaban su cuello y lo apretaban contra mi, mientras las piernas, a cada lado de su cadera se enroscaban entre sus piernas.

El beso se tornaba cada vez más carnal, y mi cuerpo se retorcía bajo el del, subiendo y bajando mi pecho con una respiración agitada... Y pensar que hace unos largos minutos, estaba dándome un golpe en el pie, y que en estos momentos creo que si me dijeran que tenía pies, hasta me asustaría!

¿Para qué negarlo? Menuda sirvienta me había caido del cielo a altas horas de la noche. Besaba con maestría y sus caricias provocaban en mi placenteros escalofrios que sin duda, podían demasiado conmigo. Mis mejillas, mis pómulos, mis labios y mandibula. Sin duda, sus caricias me volvían loco, y en ningún momento, dejamos de besarnos, hasta que finalmente, ella se separó, jadeando, y yo, no pude evitar respirar con fuerza, y sonreír pícaro, notando ahora su frente sobre la mía, rozando su nariz con la mía, aunque, sin duda, no me negué a sus besos en ningún momento, algo que sin duda, podía ya cada vez más y más conmigo:

-Y creo que no lo pasarás, al menos eso pienso, y si no bueno, tenemos las sabanas, las mantas, y tenemos esto para entrar en calor. Creo que... - hice una pausa para chasquear la lengua y sonreir entre pícaro y divertido. -... iremos bien con lo que tenemos - contesté, en susurros ambas cosas, a los murmullos cercanos a mi oreja.

Escuché ahora sus nuevas palabras, y reí divertido , ante sus palabras. ¿"Su gracia"? Por Dios, ni yo era tan importante para recibir ese apelativo, pero, bueno, ¿qué más daba? La observé en silencio moverse, tumbándose a mi lado y después, susurró algo que llegó perfectamente a mis oidos. Otro beso, más caricias. Su pierna está en mi cadera, y noto su suave tacto y piel. Más caricias pero, finalmente, noté como me situaba ahora encima de ella, y me atrapaba con sus piernas. Enarqué una ceja pícaro:

-Vaya, me inmoviliza y me deja arriba. Vaya, la sirvienta era usted, no yo, pensaba que iba a ser al revés - bromeé pícaro, susurrando todo esto a su oido. -Pero bueno, ya cambiaremos los papeles más adelante, ¿no milady? - mordí su oreja con suavidad, sin hacerle daño alguno. -Ahora, me veo ante la única opción de desnudarla y hacer lo que yo crea oportuno - añadió de la misma manera, susurrante.

Su beso, me pilla de repente desprevenido, pero, ¿qué más daba? Su pecho acariciaba mi torso desnudo de vez en cuando, pero, desde luego esto no iba a quedar así. Mis manos se deslizaron por su cuerpo, hasta llegar a su espalda, encontrando los cordones que la liberarían de aquel camisón. Me separé un segundo de sus labios para susurrar:

-Creame, aunque le quite su única prenda de ropa, dejándola completamente desnuda ante mi, no va a pasar frío alguno - soltó el noble, divertido, y sin tapujos, directo a lo que le interesaba. Sin más volvió a cargar contra sus labios, de forma pasional y carnal, profundizando aquel beso, mientras sus manos, lentamente iban deshaciendo los nudos de los corones del camisón, uno por uno y muy lentamente, jugando con ella.

Alcé el pecho para ayudarle a no tener que aguantar todo mi peso sobre sus manos, y pudiera quitar esa prenda, que según el, no haría que me cogiera el frío con él. Alcé las cejas ante sus movimientos, y sus palabras en mi oído. Con una sonrisa tranquila lo miré y me encogí de hombros mordiendo ligeramente mi labio inferior.

-Bueno, si quiere.. soy yo la que le desnuda a usted, y hago el trabajo.. pero estoy segura de que le gustaría más al revés...- susurré en su oído mientras acariciaba su cabello pardo.
Lo mire de nuevo y sin darme tiempo, sus besos volvieron a embriagar mi cabeza. Con la propia fuerza apasionado de este, mi cabeza se elevaba y bajaba sin control dejándole guiar aquella noche de lo que esperaba que fuera placer.

Mis piernas se abrieron un poco más para notar aquello que provocaba en mi estómago un nudo, y en mi garganta jadeos.
Por qué el había de estar tan cálido cuando yo estaba fría? Rocé con mis piernas en las suyas, me rascaban un poco en los muslos, pero me daba igual, me gustaba su contacto, su calor, y sobretodo me gustaba mucho el olor que desprendía todo su cuerpo.

Mis pies intentaban colocarse entre sus piernas, para calentarse un poco, pero ya mis aterciopeladas mejillas calentarían todo mi cuerpo, con solo el ardor que desprendían.
Bueno, mis mejillas solo eran una parte de mi cuerpo cálida, esperaba que las demás pasaran de desapercibidas durante al menos unos minutos más, no quería derretirme tan pronto... no al menos hasta que se quitara la ropa para saber a lo que me estaba enfrentando..

Mis manos lentamente, se deshicieron del vestido, tan lentamente, que provocaba su tela, sobre su piel, una placentera caricia. Sonreí, enarcando una ceja ante sus palabras, divertido y pícaro cual bribón embustero:

-Bueno, usted me desnuda, yo le hago el trabajito, y luego si se aburre mucho, podemos cambiar esos papeles con toda la confianza del mundo. Particularmente, soy de los que le da igual hacer que dejarse hacer - comenté sin tapujos, en un sususrro a su oido, antes de volver a cargar contra sus labios. Aquel beso, apasionado y ardiente, provocó en ella unos grandes movimientos en su cabeza, mientras yo, simplemente, deslizaba el vestido suavemente sobre su piel, ya casi a medio quitar.

No pude evitar notar sus piernas sobre las mías, algo que me provocó un placentero esalofrio que recorrió mi espalda de principio a fin, aunque, ¿para qué negarlo? Era una acaricia muy agradable y sensual que me erizaba el vello y me provocaba. Chasqueé la lengua, pícaro. Mis manos lentamente estaban acabando con su vestido y yo, simplemente, la mirba a los ojos pícaro, observando como sus mejillas estaban rojas y su cuerpo, comenzba a adquirir algo más de calor.

-¿Mejor ya? Yo diría que si... - sonreí ladeando la cabeza ligeramente, observandola. Finalmente, su vestido, cayó, y lo lancé lejos de su alcance, dejándola desnuda ante mi. No pude evitar analizar su cuerpo con mi mirada, para después, aproximarme nuevamente a sus labios y besarla. -Milady, si quisiera, podría comprar su libertad, y venirme a servir a mi, en mi castilllo. Podríamos repetir esto más veces, aunque... dudo que me deje su señora llevarmela - susurré a su oido. -Vuestra belleza es inmesurable, y vuestro cuerpo, bueeno, mejor no comentar al respecto. Me volvería loco por su belleza - susurró antes de volverla a besar, aproximando su cuerpo al de Jennie.

Sus musculos se marcaban enormemente, y eran visibles gracias a la tenue luz que entraba por la ventana. Sonreí ligeramente, para volverme a aproximar y besarla con pasión. Sin duda, él no se iba a quitar sus pantalones y ropa interior. Sería arruinar un poco la diversión, pero, hasta que ella se decidiera, podría deleitarse con las vistas de su cuerpoi y sus besos.