Los Tudor
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 ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)

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3 participantes
AutorMensaje
Danny Hietala

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MensajeTema: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptyVie Ago 06, 2010 1:29 pm

Llegué al Salón Real, el porque? simplemente porque habiamos quedado aqui Ana Jagellón y yo, para hablar con el rey, sobre mi traspaso, no sabia si aceptaria tal cambio, ni siquiera sabia si se acordaria de mi cara, pero cuando ella me propuso ser su guardia real/personal, no dude en decir que por mi parte si, aunque de mi no dependia, más quisiera que dependiese de mi.

Habia llegado más temprano que de costumbre, de normal solia aprovechar cualquier minuto para hacer tiempo, no esque fuera vago, simplemente no tenia casi tiempo de hacer vida social, y además, en parte un poco si era para descansar. Que robar caballos cuando dormian, eso sin querer desvelaba y si te levantas temprano, hacen falta más de veinticuatro horas para seguir con un seguimiento más o menos normal.

Cuando fui hacia el salón del trono, tuve la tentativa de sentarme, dado que solo estaban los guardias en la otra parte y fuera del salón y alli dentro no habia nadie, sonrei un poco y me dirigi hacia el sillón real, corri y me senté, por unos momentos me senti el ser más superior de Inglaterra y hice asi como un gesto con la mano a la nada, haciendo como si fuesen criados para que se fueran...sinceramente, creo que las horas de trabajo ya afectaban a mi mente.

Luego de estar unos minutos contemplando como se veia todo desde alli, me quedé como ensimismado, oia los pasos de sirvientes, charlas en el pasillo, claro estaba que no se oia de lo que hablaban, pero si un murmuro lejano, aparte de los pajaros en el exterior de la sala, se estaba muy bien encima del trono, pero creo que mejor seria levantarme y hacer como si nada hubiese pasado, aunque no lo hice, permanecí allí sentado en ese salón vacio, como si fuera el rey.
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Enrique VIII
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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptyVie Ago 06, 2010 5:37 pm

Esa fría mañana de Invierno, al rey le había llegado la noticia de que, además de tener una especial visita; nada más ni nada menos que la princesa de Hungría en la Corte, aquella con la que el joven y pasional rey había tenido algún que otro coqueteo tiempo atrás que, por diversas circunstancias, no había transpasado aquella rigurosa línia, también tenía en su poder la elección de aceptar o por el contrario, rechazar, al hombre que se convertiría en el guardia personal de la princesa durante su instancia en el reino Inglés. Enrique tenía muchos quebraderos de cabeza como para inmiscuirse al detalle en aquel asunto que a él de poca importancia le carecía. No era un tema que le tocara realmente. Es por eso, que ni tan siquiera se limitó en intentar rememorar el rostro del hombre al cual le pertenecía el nombre de Hiteala, Danny Hiteala.

El joven monarca, después de releerse una y otra vez todas las cartas y demás asuntos que le mantendrían ocupado durante el resto del día, uno de sus séquitos entró por la puerta con una sutil reverencia para comunicarle que el hombre adyacante a guardia -todo dependía de la elección de Enrique- ya se encontraba en el salón del Trono, allí donde el joven inglés recibía sus visitas y en donde otorgaba al resto de personas títulos para confiarles su más consideración. Enrique, con un leve ademán de dedos le indicó a su siviente que se retirara. - Marchaos... - Y, seguidamente, se levantó para abandonar él mismo el salón donde había pasado prácticamente toda la mañana.

Se encaminó junto con sus lacayos hacia el salón del Trono con su característico y elegante caminar. - Bien, muchachos. Decídme, ¿no ha llegado una notificación desde Portugal acerca del matrimonio de mi hermana? - Preguntó, ladeando la cabeza sutilmente hacia la izquierda. Su hermana, a estas horas, ya debería de ser la Reina de Portugal. Recibió una negación por parte de sus séquitos, mas no borró la orgullosa sonrisa de su rostro. Así se sentía, orgulloso por haber convertido a su hermana en Reina del reino de Portugal. Pero, tan pronto como apareció la sonrisa en su rostro, ésta desapareció al no dar crédito a lo que estaba viendo en el salón del Trono.

Primero: conocía a aquel joven, era un insolente muchacho que le había dado alguna que otra cavilación en varios asuntos. Y segundo: el muy insensato se encontraba sentado en su Trono. ¡En el Trono del rey de Inglaterra! Sus séquitos tan incrédulos como el propio rey, anunciaron sus quejas. "¡Joven, sois un irrazonable!" Enrique con tan sólo un movimiento de mano, hizo acallar las quejas de sus séquitos. "Majestad..." - Silencio. - Pronunció el monarca tajantemente entre dientes, intentando controlar el tono de voz. El joven Hiteala se levantó del lugar totalmente sobresaltado por la repentina aparición del rey; no se lo esperaba.

- ¡Cómo tenéis la osadía de ocupar mi lugar, maldito impertinente! - Estalló el rey con furia, frunciendo el ceño con fuerza, mostrando aquella faceta tan intimidante. - ¿¡Acaso no sois conciente que puedo hacer que os corten la cabeza por esto, necio!? - Refutó de nuevo, acercándose a su Trono y fulminando al joven Hietala con la mirada. - ¡Apartaos de mi vista! - Le bramó entre dientes, mientras los séquitos del rey se acercaban al muchacho con la clara intención de retirarlo de la mirada sulfurada de Enrique.

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Ana Jagellón

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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptyVie Ago 06, 2010 6:48 pm

Era otra mañana como las otras. Fría y hoy, casualmente para romper con el prototipo del tiempo inglés, había comenzado a granizar. Había estado casi toda la mañana en mis aposentos, contemplando de vez en cuando por la ventana el paisaje que se me ofrecía o sumergiéndome en la lectura.
Sabía que dentro de unas horas ,o menos, tenía una pequeña reunión con el rey de Inglaterra y mi “posible” futuro guardián real. Había escuchado voces, y por el mismo joven finlandés, que el rey no soportaba su carácter. No era de extrañar, Enrique VIII tenía carácter y alguien que intentase comérselo podría significar perder su propia cabeza. Rodé los ojos ante el posible hecho mientras llevaba una de mis manos a mi cabeza para tranquilizar el pequeño dolor de cabeza que me estaba proporcionando los asuntos que tenía pendiente. En otra ocasión, me hubiese excusado de la cita, pero el rey de Inglaterra siempre tuvo un cariño especial por mi parte. Dejando de lado ese magnetismo intachable, su ingenio era algo que siempre me atrajo. Esperaba con ganas que mi futuro prometido pudiese llegarle a la suela del zapato. Bah. Tampoco quería pensar en susodicho personaje.

Un leve golpe en la puerta me rescató de mis pensamientos. La voz no esperó por mi respuesta de autorización, porque al poco rato, y con un tono muy tembloroso, comenzó a anunciarme que el chico ya estaba en la sala del trono y, asimismo, el rey ya se dirigía allá.” Está bien, marchaos y decid que vengo enseguida”. Me debió escuchar porque después de eso, el eco de sus pasos me indicaba que se dirigía al sitio indicado. Fijé mi mirada en el espejo que tenía delante, arreglándome el cabello para una ocasión, donde la realeza se volvía a juntar. Con un leve tirón estiré del corsé, enfatizando aún más mi delgada cintura y dejando entrever un poco más mi pechos. Odiaba con locura esta prenda. Siempre había defendido que debía haber sido creado por algún hombre. ¿Qué dama quería ser apretada? “ Ana esto enfatiza la figura y hace que tus movimientos y postura, sean dignos de alguien de tu categoría” Cuanto discrepaba con el principio de mi madre. Consideraba que el corsé tan sólo ayudaba a atraer el sexo opuesto, dado que realzaba una de las partes más atractivas de la mujer; el pecho. En fin. Supongo que esto ya iba bien en la sociedad de hoy en día, donde el matrimonio era el pan de cada día. Matrimonio, buf, que poco atractiva se me hacía la palabra en estos momentos.

Con una última mirada al espejo, comencé a salir de la habitación, acompañada de dos de mis sirvientes. Esta vez, no me decanté por ir a mi típico paso lento, sino que lo aligeré un poco, dado que no quería hacer esperar. Era una cosa que no soportaba. Mantenía la cabeza alta, pasando de largo, todas las miradas que se me pudiesen hacer de otros y tan sólo saludando a mis conocidos bajando levemente la cabeza. La voz de Enrique a lo lejos, me advirtió que me estaba acercando a mi destino, pero, al mismo tiempo, que algo grave había pasado. Al llegar,finalmente, observé que el joven rey le estaba recriminando algo a Danny. Esperé entrar hasta que mi joven amigo inglés dijese lo que tenía que decir. No era aconsejable interrumpirle cuando algo le incordiaba. Una vez los séquitos comenzaban a apartar a Danny de la vista del rey, hice muestra de mi presencia:

-Buenos días a todos. Mucho alboroto para estas horas de la mañana. No es muy aconsejable para los nervios- sonreí ladina a los dos, mientras le dirigía una pequeña reverencia al rey- Buenos días, alteza. Un placer encontrarnos de nuevo, aunque las circunstancias no sean muy afavorecidas.
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Danny Hietala

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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptyVie Ago 06, 2010 7:11 pm

Estaba sentado cuando oi entrar a un sequito de sirvientes y al rey, y yo en su trono, eso me hizo quedarme a cuadros, los sirvientes me reprocharon mi actuación y luego el rey furioso le dijo todo aquello, lo miré desafiante, aunque mandó que me alejaran de su vista, vi como mis propios compañeros me cogian para apartarme, lo miré, solo era un sillón, si, el rey rey, pero un sillón.

-Solo es un sillón! majestad solo me senté, solo eso-dije mirandolo igual de furioso, aun sabiendo que aqui el que tenia las de perder era yo, pero esque no aguantaba que me trataran siempre de la misma manera, como un simple estropajo, me movia para intentar atacarlo o almenos quitarme de encima a los pelmas que me habian cogido, no sabia porque, pero esto no era un buen comienzo para que me dejara ser guardian de la princesa.

-No puede llevarmee, no puede, majestad!!-dije tajante mirandolo, una mezcla de odio y desesperacion, cuando decia eso, no sabia si se referia a que simplemente me apartaran de su vista o no queria verme nunca más, se entiende el porque, pero de todas maneras, eso no era nada bueno.

Para cuando empezaron a sacarme de alli, apareció Ana...la princesa Ana, apareció justo a tiempo de que no me sacasen de alli, porque entonces los sirvientes pararon a hacerle la reverencia y yo aproveché para soltarme un poco de ellos, ambos empezaron a hablar, almenos la princesa, me quedé mirandola unos minutos, perdiendome en sus facciones y su manera de actuar, me estaba como dejando un poco medio en la luna, pero miré tambien al rey, para que no pareciera tan descarado, aunque claro, todo desde la distancia, bajé la mirada unos momentos y suspiré pesadamente, creo que sobraba aqui desde hacia ya un buen rato, miré a los que me acompañaban, pareciamos el publico de una obra de teatro.

Pensé en pedirle perdon, era lo que tocaba...pero creo que habia pasado del enfado a una especie de tristeza o alejamiento hacia ellos.

Entonces dije mirando al rey a los ojos, era algo que siempre me habia preguntado y no solo de este reino, sino de la mayoria en general.

-Señor...podeis tener la conciencia tranquila sabiendo que mientras vos os comeis las uvas y ricos manjares los demás nos comamos los restos, y hay quien ni eso? podeis dormir tranquilo?...o pensar en vuestro amor prohibido os lo impide?
-dije lo ultimo con cierto aire sarcastico, estaba jugando conn fuego y un dia de estos me quemaria...

Luego miré a Ana con cierto aire de "aqui sobro", pero ni me movi, simplemente me quedé mirandolos, ni siquiera sabia si seria un buen guardia, no sabia como manejar una espada, aunque tenia ganas de aprender y poder sentirme util y no solo limpiando los excrementos de caballos, entre otras cosas, no pedia mucho,no? aunque creo que mis palabras no ayudarian a Ana, pero no podia evitarlo, no podia...tenia como una espina del pasado hacia el antiguo rey , que por consecuencia pasaba al actual y necesitaba sacarla de alguna manera, aunque lo que decia , lo decia enserio, raras veces bromeaba y menos ante el rey.
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Enrique VIII
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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptySáb Ago 07, 2010 10:28 am

"¡Sólo es un sillón! Majestad sólo me senté, sólo eso..."

Y, el rey, con una mueca de pura repulsión aferrada en el rostro, se dirigió hacia su Trono para dejarse caer sobre el mismo. Adoptó una postura menos formal y, con el codo apoyado en el brazo del Trono, reclinó su mentón sobre la palma de su mano cerrada en un puño; los labios del rey conseguían rozarse con uno de los tantos anillos que poseía en sus dedos. Enrique hizo oídos sordos a todo lo que el muchacho decía mientras forcejeaba con sus séquitos para deshacerse de ellos. Tan sólo se dedicó a observar la penosa escena con las facciones duras y sombrías. Era sumamente vergonzoso lo aquel muchacho se había dignado en hacer.

"¡No puede llevarme, no puede, majestad!"

El rey echó la cabeza hacia atrás para soltar gustosamente una de sus fuertes y típicas carcajadas de superioridad. ¿Verdaderamente el muchacho sabía lo que decía? No parecía atinar a decir nada coherente. Si creía que Enrique iba a dejarle pasar por alto lo que acababa de cometer, estaba sumido en un error. El joven monarca respiró sonoramente por la nariz y rodó los ojos. ¿Por qué demonios no le sacaban de aquí? - ¡Guardias! - Les llamó con la voz cargada de impaciencia para que se llevaran finalmente a aquel individuo totalmente incapacitado para proteger a Ana, la princesa del reino de Hungría. Si no lograba conservar su miserable vida, ¿cómo iba a proteger a la de una princesa? Él mismo le haría saber a Ana lo ocurrido. - Llevaros a este individuo a la Torre. Que aprenda de una buena vez las consecuencias de su actos... - Les explicó, con aquel claro desprecio en su voz. No era la primera vez que al rey le habían llegado a sus oídos diversos problemas en la Corte ocasionados por este muchacho.

En cuanto los guardias se unieron a los lacayos y aferraron a Hiteala para, finalmente, poder impedir el forcejeo del joven y tener vía libre para llevárselo hacia donde el monarca les había indicado, la joven princesa hizo su aparición. - Siento haberos recibido de este modo tan poco apropiado. - Se disculpó de inmediato Enrique, mientras se alzaba de su Trono y le dedicaba una sutil reverencia. - No tenéis porqué presenciar el arrestro de este joven totalmente incapacitado para poder serviros. No tiene respeto por su rey, y ni siquiera aprecio por su vida. - Le explicó, con la mirada fija en la bella princesa, y con sus las manos tras su espalda. - Vos merecéis mejor protección de la que os puede ofrecer el hombre que tenéis presente. - La mirada del rey inglés se posó de nuevo en la de los guardias y, con un significativo asentimiento de cabeza, éstos atendieron a las órdenes del rey y volvieron a aferrar el brazo a Hietala.

Pero fue entonces, cuando aquel desleal individuo habló. Siempre hablando más de la cuenta...

El dedo índice de Enrique apuntó amenazante al sujeto que se encontraba a un par de metros de éste. - ¿¡Y a vos quién os ha concedido la palabra!? ¿¡Cómo os atrevéis a mirarme después de esto!? ¡Maldita sea! ¡soy vuestro amo y señor! ¡respetádme! - Le bramó con furia, totalmente fuera de sí. Los ojos del rey de Inglaterra se clavaron como cuchillos cortantes en los orbes de aquel simple hombre que osaba enfrentarse a él, a su rey, al que le devía su más consideración y devoción. Era un maldito mal nacido, aquello era lo que era. Y no tan sólo por tener el descaro de enfrentarse a su majestad con aquella mirada cargada de aversión y desprecio hacia su persona, sino, por haberle hecho perder su privilegiado tiempo con aquel acto tan insensato y hacer esperar -posiblemente- más de la cuenta a su amiga y princesa de Hungría. ¿Tantas ganas tenía el muchacho de morir? Pues si lo deseaba con tanto ahínco, había recurrido a la peor forma por conseguirlo. El rey empezaba a maquinar un buen castigo para el joven a base de torturas por su imperdonable actitud.


Última edición por Enrique VIII el Sáb Ago 07, 2010 5:35 pm, editado 1 vez
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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptySáb Ago 07, 2010 4:34 pm

Por unos segundos tan sólo me quedé contemplando la escena: Danny intentando en vano, librarse de los fornidos guardias. Un conjunto de brazos, como si de patas de pulpo se tratasen, cogían a mi compañero, hasta provocar que sus súplicas comenzasen a ser más ahogadas y casi insignificantes a la voz potente de mi amigo inglés. Dos voces peleaban en mi interior, una, la más cobarde para mi gusto, obligaba a mi boca tanto como a mi mente a cerrarse, a no decir nada ,y ser simplemente una espectadora pasiva; no llegando a ayudar al finlandés. La otra me obligaba a buscar una solución, revelándome por consiguiente contra Enrique.Las consecuencias sería que me estaría poniendo en contra de la voluntad del rey, pero también de un amigo. Cerré por un momento los ojos, trayendo una de mis manos a mis sienes para poder abstenerme un momento de aquella reunión ,que más bien parecía una jauría. No, eso sin duda no podía continuar de esa manera.

Las palabras del rey provocaron que alzase mi mirada para encontrarme con aquellos ojos cristalinos, que en su tiempo ,siempre logró hipnotizarme:

No tenéis porqué presenciar el arresto de este joven totalmente incapacitado para poder serviros. No tiene respeto por su rey, y ni siquiera aprecio por su vida”.

Mi mirada entonces se volvió a posar en el pobre Hietala ,que ya iba siendo arrastrado hasta lo que sería un posible destino horroroso. De nuevo el rey habló, como si quisiese que despertase del pánico que estaba sufriendo:

Vos merecéis mejor protección de la que os puede ofrecer el hombre que tenéis presente”.

Odiaba este tipo de escenas porque siempre me sentía puesta en un compromiso. Sí, posiblemente había estado una insensatez sentarse en el trono y, más aún intentar contestar de esta manera a un rey y, ni más ni menos, que el temido Enrique VIII. Era por eso que tanto mi padre, como mi futuro prometido, según me habían dicho, deseaban hacer tratos con él. Su carácter fuerte y su genio, ya no sólo seducía a las mujeres, sino que su potencial atraía monarquías de otras regiones, viendo que consecuencias había si osaban traicionarlo o faltarle el respeto. Siempre me había parecido que podían tenerle admiración, pero sobretodo temor, y eso es lo que se veía reflectado en los ojos del finlandés, a pesar que intentaba protegerse de algún modo con sus palabras:

-Enrique os suplico que le dejéis. Si es buen soldado o no, eso será juzgado por mis ojos y mi cirterio- añadí casi fríamente. Estaba manteniendo una compostura fuera de mí. En otros casos hubiese reaccionado diferente, alegando que todo el mundo se estaba comportando como un estúpido por sólo la pequeña insensatez del sirviente:- Su lengua puede ser más rápida de lo normal, pero vos me conocéis mi lord y, sabéis que puedo manejarlo- se me dibujó una pequeña sonrisa pícara. Seguramente mi joven amigo sabría a que me refería. Podía a llegar a tener muy mal carácter si se me buscaban las cosquillas o, si se me contradecía mucho, en una postura que consideraba que era la correcta. ¿Y en qué me basaba para pensar que eso era así? Por mi propio orgullo, simple y sencillo como eso. Me gustaba pensar que tenía la razón.

Viendo que ahora había captado su atención,me acerqué lentamente hacia el rey, en aquellos pasos elegantes que tanto me caracterizaban:

-Además, necesito su presencia, para poner en acta con su firma, su traslado en el contrato. Desde la torre no es el sitio más adecuado, y esperar hasta que mejore su comportamiento es inútil- puse una de mis manos en su antebrazo ,delicadamente, mientras mi boca se posaba cerca de su oído para susurrarle unas últimas palabras, con la esperanza que lo convenciese- Piense que así le saco un estorbo.

Lentamente me separé de él, fijando todavía mi mirada en la suya. Mi sonrisa seguía allá, ladina y expectante de su respuesta:

-Espero que esté de acuerdo. Odio tener que esperar, sobretodo si se trata de mover unos papeles y, asimismo, como inglés que es, debe saber lo que dice este autor tan célebre de su país. Shakspeare concretamente, afirma que:Hell hath no fury like a woman scorned”-esperé entonces unos instantes, para volver a dirigir una mirada a Danny, que por lo visto ya no luchaba tanto contra los guardias, dado que estos esperaban una respuesta de su rey.

Anhelaba que fuese positiva y que, llegase a ser el caso, que Danny pudiese controlarse ,aunque sólo fuese un rato. El rey no era ninguna bestia.Con simples palabras podías llegar a complacerlo, pero si osaban volverse a revelar… temería entonces por la vida de mi amigo finlandés, porque ya no sabría como protegerlo.
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Danny Hietala

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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptySáb Ago 07, 2010 5:16 pm

Todo se volvió un caos por momentos, vi a los guardias acercarse a mi, para mantenerme en mi postura, incluso para llevarme a la prisión, o como el rey habia dicho...a la torre, que era lo mismo, no, no debi decirlo, pero lo que me decia, solo me hacia ponerme más furioso!! pero si era él el que no entendia, y no me respondió...no respondió mi pregunta.

Para cuando quise moverme tenia muchas manos sobre mi, impidiendo siquiera hacer un paso, vi lo que hizo Ana, como de alguna manera estaba de mi parte de manera sutil, aunque esta contención me estaba alterando más, aunque me contuve, estuve en silencio rato, mucho rato, solo observando esa escena, pero el oirlo reirse de lo que decia, aparte de sentirme humillado, me senti como en una especie de montaña, donde estaba abajo y ese ser despreciable era el que habia llegado arriba...por momentos desee que caiese rodando por la montaña, mentalmente porsupuesto.

-Soy el amo y señor de MI vida!!!! no de la vuestra, majestad...solo trabajo para vos, NO soy su ESCLAVO!!-dije resaltando ciertas palabras, mirando al rey ya furioso

Noté como intentaban sacarme de alli, pero pararon al ver lo que hacia Ana, los soldados y sirvientes estaban confundidos no sabian si llevarme a la torre o quedarse aqui, miré por la ventana y di un bufido.

-Su majestad, no nos soportamos, saqueme de su maldito castillo y no me volverá a ver...-dije, no como orden, simplemente apoyando la elección de Ana, pero lo estaba empeorando, creo que por momentos no sabia si perdia el temor o el temor me estaban volviendo un insensato por momentos.

Hablaban de mi como si de un perro por domesticar se tratase, pero de eso no hablé, al igual que tampoco repliqué sobre otros temas, simplemente notaba como esas manos me cogian fuertemente, como una presa, como un halcon atrapado en una jaula.

"Maldito rey que no entiende nada"-pensé con cara de odio contenido, bajando la mirada para no mostrarla a la realeza y confiando en que las palabras de Ana le hubiesen hecho cambiar de opinion, nunca habia estado en la carcel, pero si los castigos aqui no eran demasiado agradables, suponia que alli serian peores y sinceramente, solo pensar en que me dieran latigazos o cosas similares o peores, como que se me quitaban un poco las ganas de responderlos, aunque debia admitir que estaba conteniendo mis habladurias y mucho.

Los miré, esperando decisión alguna del rey, en silencio, observando a Ana, que no sabria como agradecerle su acto cuando esto mejorase, si esque mejoraba, pero si pudiera, lo haria...y sobre el rey, mejor no malpensar nada, porque si empezaba asi, siempre terminaba hablandolo y diciendoselo, solo lo miré unos instantes. Mis manos estaban como puños cuando hablé, pero las abri conforme me calmé un poco, aunque no creo que esto terminase nunca...solo queria ser su guardia, el de la princesa, solo eso...aunque debia admitir que mi comportamiento en ningun momento fue el del servicial y obediente sirviente.
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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptyLun Ago 09, 2010 11:24 am

El sobreesfuerzo que estaba haciendo el rey de Inglaterra para contenerse y no terminar con la vida de aquel hombre desertor, era colosal en su persona. Todo el reino conocía a su rey; cruel, sanguinario, e impulsivo a la hora de cometer sus actos. No era de los que se pensaba más de dos veces a la hora de sentenciar a un hombre, y más si el susodicho era un miserable insecto que debía de ser destruido sin piedad si no quería hacer de esta situación toda una revuelta de hombres como él en su contra. La escena pasaba rápida y confusa ante los ojos de Enrique. Tenía la respiración alterada por el ímpetu al que había recurrido al utilizar sus palabras dichas. Aquellas que todavía seguían resonando por todo el salón del Trono y, posiblemente, en los oídos de todos los presentes.

Los puños firmemente apremiados se colocaron a ambos costados de su cuerpo, en un intento estúpido de apaciguar aquel impulso de matar con sus propias manos a Hietala. Los ojos del monarca, encendidos por la cólera apenas contenible, se pasearon por unas milésimas de segundo en las armas de sus guardias, maquinando su último recurso para terminar con esta pantomima una vez por todas.

"Enrique os suplico que le dejéis."

La princesa captó la atención del rey, y éste la concedió una mirada destellante de incredulidad. Ni tan siquiera lo había insinuado, no. Había ido directo al grano y eso fue lo que terminó por colmar el vaso. ¿Que dejara libre a aquel hombre? Aquel que despreciaba a su rey y pero aun, ¿que lo demostraba con actos tan descabellados? Enrique simplemente no daba crédito a la situación. ¿Manejarlo? No. Si él, el rey de Inglaterra no había podido hacerlo, ella tampoco lo haría. Aquello era una verdad más que justificada, al menos desde el punto de vista del monarca inglés. Los orbes cristalinos del rey, más abiertos y dilatados de lo normal por ésta circunstancia que le hacía perder el control de la situación, siguieron a filo de la navaja los movimientos de la princesa de Hungría.

Una sarcástica sonrisa se dibujó en el rostro del rey mientras su rostro volvía a dirigirse al hombre que intentaba evadirse de los fuertes brazos de los guardias reales. El joven rey, sin borrar aquella irónica sonrisa, se dejó empapar por las palabras persuasivas de la princesa de Hungría. Buen intento, pero cuando Enrique tenía las ideas claras, nadie, y sin ninguna expeción que lo ameritase, lograba hacerle cambiar de opinión.

"Piense que así le saco un estorbo."

Los ojos astutos del rey vagaban lentamente desde la princesa hasta Hietala, y así succesivamente. Enrique empezaba a sospechar lo peor. Y, pese a que la princesa siguiese con su repertorio de palabras sumamente convincentes pero no para él, explotó en una fuerte carcajada, desconcertando a todos los presentes. - ¿Os conocéis? - Cuestionó el rey con una extraña impasibilidad, mientras se acercaba al oído de su amiga para susurrarle las palabras siguientes. - Tal y como afirmáis, su comportamiento es inútil. Es mejor para ambos, que nos quitemos este estorbo de nuestra vista. No os preocupéis, puedo consegiros un hombre con tan sólo un simple llamamiento. - El rey, seguidamente alejó su rostro de la princesa, y se centró nuevamente en el hombre que tenía a unos metros de él. - Decídme amiga mía, ¿sois conoceedora de otra afirmación de éste célebre hombre de nuestro país, que nos dice; "el destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos."? Éste desleal ya ha jugado, y de la peor forma. - Le dedicó a la joven princesa una cínica sonrisa y volvió su mirada hacia el hombre.

Enrique, con las manos tras su espalda, bajó el peldaño de su Trono para alejarse de la princesa y dirigirse hacia el condenado. Puso los ojos en blanco cuando escuchó hablar a aquel hombre, sumamente hastiado por tantas incoherencias. Alzó la mano haciendo un ademán con la misma para que se retiraran con Hietala. - Llevaros a este miserable y hacerle tragar todas sus blasfemias dichas a su rey a base de torturas. Pero no le matéis... no todavía. - Advirtió con un tono monocorde, y dio la vuelta para dirigirse de nuevo hacia su Trono, los guardias finalmente desaparecieron con el joven Hietala del salón.
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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptyLun Ago 09, 2010 9:24 pm

¿Os conocéis?
Esa pregunta provocó que mis sentidos se pusiesen alerta. Me separé ligeramente del rey, no sin escuchar ante lo último que me susurró.

Tal y como afirmáis, su comportamiento es inútil. Es mejor para ambos, que nos quitemos este estorbo de nuestra vista. No os preocupéis, puedo consegiros un hombre con tan sólo un simple llamamiento

¿Otro hombre? Oh no. Ya disponía Hungría de miles de guardias, todos parecidos. Parecía que los hubiese fabricado el mismo artesano. Mismo comportamiento, mismo carácter, mismo estilo de duelo. Todo igual. No había variedad, no había nada que desentonara aquella fila de guardias que siempre nos aguardaban ante nuestros aposentos. Danny era diferente, podía ser un rebelde sin causa, pero hacía que mis días fuesen más llevaderos y, aunque sabía que mi padre podría irritarse ante su comportamiento, faltaba poco para que fuese reina y ,éste, sería mi guardia personal. Lo que Hungría necesitaba era gente con carácter, que no supiese sucumbir ante palabras ni temer el miedo de un rey. Danny lo tenía y era lo que buscaba.

Mi joven amigo inglés siguió con su discurso, separándose de donde estábamos antes para acercarse más al finlandés. Su postura comenzaba a ser más rígida y severa, aquella que tanto le caracterizaba cuando las circunstancias lo llamaban. La mirada de éste, provocó que me estremeciese un poco, sentía que era una de las pocas personas que con mirarme podía provocar que mi iris ardiera ante la ira que desprendía sus ojos cristalinos. Sus siguientes palabras hicieron que sonriese un poco. Touché. Era de los pocos que conseguía seguir mi juego. Era de prever que me contestaría con un método similar al mío. Como detestaba a veces que fuese tan astuto para estas cosas. Sin duda, no estaba tratando con una persona tonta.

De repente las palabras de Danny comenzaron a sonar por toda la sala. Mis ojos se pusieron en blanco. Había cometido el mayor de sus errores y este simple acto de justificarse había provocado lo que más me temía. Las siguientes palabras del rey hicieron que me sentase en una de las sillas que había por la sala. Intentando ganar un poco mi compostura. No sabía si era el dichoso corsé lo que provocaba que mi respiración se agitase un poco más o el simple echo de que había sido contradecida. Los guardias finalmente se llevaron a Danny, ni siquiera pude dirigirle una última mirada. Cerré mis puños con fuerza, controlando las palabras viperinas que pudiesen salir de mis labios. Odiaba que no hubiese conseguido lo que me proponía. Era orgullosa hasta la médula y cuando algo no salía como tenía previsto o esperaba sacaba lo peor de mí.

Me quedé un momento en silencio, notando como el granizo iba chocando contra las ventanas, haciéndose más sonora su caída. Reí por lo bajo. Parecía que el mismo tiempo sintiese lo mismo. Mi enfado se iba afilando cada vez más, intentando traspasar aquel muro que lo franqueaba o intentaba aliviarlo para no sufrir las consecuencias. Los pasos del rey hacia su trono hicieron que alzase la mirada de nuevo. Esta vez, no podía seguir ocultándome tras una máscara o intentando mantener mi compostura:

-Le felicito querido. No sólo ha conseguido que se posponga la reunión, sino que se me entregará un soldado malherido. Brillante.- en aquel momentos algunos criados entraban con algunos aperitivos y ¿champagne?. Me quedé observándolos con incredulidad, mientras nos ofrecían una copa a cada uno- ¿Se puede saber que significa esto?- pregunté con fiereza levantándome de mi asiento. Debió ser algo alto el volumen porque el criado de los aperitivos no osó acercarse más a mí- ¿Los tenéis entrenados ,mi joven amigo, para que cada vez que encerréis a alguien en la torre se os premie con aperitivos? Oh perfecto, brindo por ello- añadí con una sonrisa cínica mientras daba un pequeño trago al líquido dorado. El sirviente todavía no se atrevía a acercarse, parecía que se hubiese quedado ensimismado- Y usted, pare de mirarme o le aseguro que los próximos aperitivos que se servirán ,serán sus tripas- palideciendo el hombre se disculpó varias veces, en mil idiomas para mi gusto, porque cada vez se le entendía menos.
Dejé la copa a un lado volviendo a sentarme para pensar en frío. Apoyé un mi cabeza en mi mano, volviendo a dirigir mi mirada a éste:
-Perdone alteza. Muchos asuntos tengo en mi cabeza y no me dejan pensar con claridad- no era muy buena excusa después de mi explosivo impulso, pero no podía ocultar a veces mi propio orgullo malherido- Creo que lo mejor es que me vaya a mis aposentos para reflexionar sobre el asunto-Patético. No me gustaba dejarme arrastrar de esta manera. ¿Pero a quién engañaba? Dejando de lado la simpatía por el finlandés, éste la había pifiado en el momento que comenzó a dirigirse al rey de esta manera. Por otro lado, Enrique VIII siempre se había comportado correctamente conmigo, así que por esta vez, decidí cerrar la boca.
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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptyMar Ago 10, 2010 9:43 am

¿Cuánto hacía que no tenía un mísero día en el que pudiese relajarse? ¿cuánto hacía que no montaba en su corcel y se iba de caza junto con su amigo Charles y los demás? Aquellas preguntas se formulaban en la cabeza del rey casi inconscientemente mientras subía al peldaño para, seguidamente, dejarse caer sobre el Tono y sumirse en sus pensamientos. Todo el mundo podía tener días un tanto misántropos y tomárselos de la mejor manera posible. Sin embargo, para Enrique, el rey de Inglaterra, distaba de ser igual. Era el rey, y el hecho de tener que soportar blasfemias -no todas tan incómodas como había ocurrido hacía apenas unos segundos, pero no por ello menos importantes- que le eran ajenas y, sumadas con sus problemas personales, no hacían nada más que aumentar su temperamento de negatividad y sentenciar a los acusados de la manera más despiadada posible.

Alzó la mirada para dirigirla hacia la princesa, la cual se encontraba reposada en una silla restante a pocos metros de distancia. Enrique negó con la cabeza con sutileza, dejando escapar una suave sonrisa de entre sus labios ante las palabras de la mujer, mientras tomaba una de las copas de champagne que le había ofrecido su séquito personal. Vaya, ¿ahora resultaba que había dañado la susceptibilidad de la dama? - ¿Por qué él? ¿ahora os gustan los hombres rebeldes con una gran falta de inteligencia, y una evidente estupidez? - Cuestionó con una ceja encarada, para, seguidamente, dar un leve sorbo a la copa que tenía entre sus manos sujetada. Una cínica sonrisa se dibujó en el rostro del monarca, sin la mínima intención por apartar la mirada de su amiga. - Me sorprendéis, Ana. Vuestros gustos logran desconcertarme...

“¿Se puede saber que significa esto?”

Replicó la muchacha de inmediato en cuanto el lacayo del rey, le había ofrecido una copa de champagne por cortesía. Enrique se levantó del Trono mientras le retiraban la copa de sus manos bajo su consentimiento y, tomando aire por la nariz para empaparse de la poca paciencia que le quedaba, se dirigió hacia su séquito. - Muchacho, veníd... - Le ordenó Enrique, acompañado con un leve movimiento de dedos. Pero tanto el lacayo por el propio rey se quedaron cual estatua en sus posiciones por el atrevido y totalmente fuera de lugar comentario de la princesa. El poderoso monarca, endureció las facciones de su rostro dejando entrever su total descontento por el atrevimiento de la joven princesa. Los orbes del rey en aquellos instantes tenían un aura poco humano y sumamente estremecedor. Como si la bestia en su interior clamara salir en un momento u otro. Se limitó en permanecer en total silencio y no cometer cualquier estupidez; a fin de cuentas era la princesa de Hungría, su amiga, e invitada.

En cuanto creyó necesario -concretamente: cuando hubo meditado más concienzudamente que el comentario de la princesa era producto de su enfado momentáneo- se dirigió hacia la misma con pasos lentos pero precisos, con aquel caminar elegante característico del seductor monarca. - No os preocupéis... - Le dijo en un tono bajo de voz, dedicándole una forzada sonrisa. El joven rey dio una vuelta por el alrededor de donde se encontraba sentada la muchacha, y pasó sus dedos por el respaldo de la silla con lentitud. Antes de volver a quedar fente a a la joven e inclinar la cabeza para poder observarla. - Amiga mía, puedo llegar a comprenderos... - Alzó el rostro de la muchacha al colocar sus dedos bajo el mentón de ésta con cierto arrebato, pero sin ninguna intención de dañarla. Enrique era así en cada una de sus acciones. Si había algo que podía llegar a comprender, era que había faltado a su orgullo, nada más.. - Pero no puedo llegar a comprender vuestro especial interés por aquel insensato. - Finalizó, y descendió prácticamente todo el cuerpo para que sus rostros quedaran en la misma altura.

- Reflexionad todo lo que queráis... pero dejádme a mí que me ocupe de esto. Una princesa no debe de preocuparse por esta clase de asuntos. - Le dedicó una persuasiva sonrisa, y clavó sus pupilas en los ojos azulados de Ana, acercándose a los pocos segundos hacia su oído. - No os conviene negaros a mi voluntad, querida. - Alejó el rostro sin borrar aquella sonrisa que emanaba arrogancia en cada uno de sus poros y, aprovechando la poca distancia de ambos, juntó sus labios con los de ella en una afectiva muestra por sentenciar este tema por hoy. - Princesa... - Le dijo poco después de despegar sus labios y de retirar su rostro. Se enderezó de nuevo y, tomando la mano de la joven para que se levantara, le dedicó un fugaz beso en la misma. - Espero que disfrutéis de vuestra estancia en mi reino. - Le consagró una leve sonrisa, y le indicó haciendo un ademán con su mano que tenía vía libre para retirarse hacia sus aposentos.
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MensajeTema: Re: ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón)   ¿Buenas nuevas? (Enrique VIII y Ana Jagellón) EmptyMiér Ago 11, 2010 1:23 pm

Volvió a recomponerse cuando escuchó de nuevo la pregunta del monarca. ¿Por qué el? Era incluso una pregunta que se había estado haciendo durante los últimos días. No lo entendía. Sabía que no tenía dotes de guardián, ni siquiera sabía manejar una espada tal como le había afirmado aquel día en lo jardines. Sin embargo, continuaba insistiendo. El porque ya le comenzaba a dar miedo. ¿Estaría desarrollando sentimientos por el joven servidor? Si su padre se llegase a enterar mandaría que le matasen con la tortura más dolorosa. Apretó con fuerza sus puños ante la imagen. Por un breve instante pensó que lo mejor para éste, sería entonces residir donde estaba, aunque , tal y como habían acabado las cosas, corría el mismo riesgo de morir aquí:

-Creo que su rebeldía si se encaminase por otra vía, majestad, podría llegar a ser un gran soldado- pero mis palabras parecieron un eco vacío, dado que el prosiguió bebiendo de su cava, añadiendo un simple comentario:

"Me sorprendéis, Ana. Vuestros gustos logran desconcertarme..."

Sí, últimamente hasta yo misma me estaba sorprendiendo. No sabía si me estaba comportando así, por miedo al casamiento que me esperaba o porque dentro de nada tendría que volver a mi patria, pero esta vez, para gobernar. No me sentía preparada todavía, o sí, pero no me agradaba la idea de estar todo el día ajetreada, dando descendencia a mi futuro esposo, desconocido y, asimismo, que se me prive de lo que más apreciaba, la libertad.

Hubo un momento de silencio, que vino dado por mi comentario. ¿Qué esperaba? Odiaba rotundamente que se me quedasen mirando como si fuese una clase de espectáculo. Intenté no fijar la mirada en mi amigo durante aquel momento, lo conocía casi como a un hermano y, sabía que no estaría muy contento con mi inoportuno comentario. Me quedé sentanda, intentando hacer ver que nada había pasado en los últimos momentos, pero los pasos del joven rey hicieron que mi mirada volviese a desviarse hacia la suya. Aquellos ojos estaba despojados esta vez, de cualquier ira, contenían un pequeño brillo que tan sólo le veía en pequeñas circunstancias. Alzó la ceja al respecto, escuchando atentamente las palabras susurradas del rey. Su aliento cerca de su cuello, al decirlas, provocó que queda poro de su piel se erizara. Era una de las partes más sensibles que tenía y muy en el fondo, sabía que estaba jugando con este factor ; el dejarme embobada.

Su siguiente acción no me la esperaba. Al juntar sus labios con los míos, me quedé un estado atónito. En otras circunstancias me hubiese separado bruscamente del caballero. No me gustaba que se aprovechasen de mi en un momento tan vulnerable pero ,el beso, a pesar de su corta durada y lo inesperado que había sido, había resultado de mi agrado. Mi joven amigo sabía como jugar en este ámbito y era algo que muchas veces no soportaba. Era de las pocas personas que me cogían de improviso y aún así, se lo toleraba.

Me ayudó a levantarsm, depositando un último beso fugaz en mi mano. Sus últimas palabras, me dejaron entender que la reunión ya había finalizado:

-Gracias, su alteza- le ofrecí una pequeña reverencia, mientras dirigía una mirada a mis criados para que me acompañasen.

Saliendo ya por fin de la sala, no osé mirar a nadie y, llevándome una mano a mis labios algo enrojecidos por el último contacto, me dirigí a mis aposentos. Era hora de comenzar lo que más temía…
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