Casting de Jane Seymour

Hacía ya varias semanas que estaba en el Palacio del Rey Enrique VIII. No podía imaginar que fuera de ésta Corte, la cual parece tan hermosa y tranquila, en verdad, estuviese llena de maldad y de gente que reniega de una fé que sin ella el mundo acabaría. Desde pequeña me habían dicho que ser dama de la reina seria una tarea difícil, y con mucho aguante por parte de nosotras, ya que si le caíamos bien a Catalina, nuestra señora, seriamos una de sus favoritas y tendríamos mejores días libres; iríamos a muchos sitios. Viajar sería la palabra correcta. Esa palabra que me encantaba, el hecho de conocer mundo y a gente nueva. De sentirme... libre. Cuando mi querido hermano Edward, me dijo que íbamos a ir a la Corte no cabía en mi gozo de la ilusión que me hacía; ya que como he comentado, decían que era maravillosa y el hecho de ser una dama de la reina Catalina de Aragón, la gran hija de Isabel y Fernando de España, los reyes católicos, era un gran honor. No podía creérmelo, estos últimos años había sido fiel a esta gran Reina y tan querida por el pueblo de Inglaterra. Pero ahora… pobre de su majestad. Una víbora dama que había subido demasiados escalones al seducir al Rey. Una dama de compañía de la reina como yo, pero con intenciones muy distintas; intentando conseguir ser más que una simple diversión. Conseguir ser Reina. Y esto sucedía porque teníamos por Rey a un hermoso hombre; un gran atractivo, no de carácter. Pues su carácter era tan fuerte e indestructible como una tormenta en pleno Invierno. Mi querida reina sabía que yo le era leal a ella, y por ese motivo yo continuaba en su séquito.